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domingo, 25 de marzo de 2018
Colores y origen del vestido de novia
Posted By: CLAUDIA CORIN - marzo 25, 2018Cuando pensamos en una novia, inmediatamente nos viene a la cabeza la imagen de una mujer vestida de blanco. Esta puede llevar un vestido largo o corto, puede llevar velo o no, puede llevar ramo, Biblia o abanico en las manos pero el vestido siempre es blanco.
Sin embargo, y a pesar de que hoy en día es una imagen totalmente arraigada en el mundo occidental, no siempre ha sido así.
De hecho, a lo largo de nuestra historia los colores de los vestidos de novia han variado mucho dependiendo de diferentes factores.
En Grecia las novias llevaban túnicas con mantos en diferentes colores y adornos florales en el pelo. Posiblemente se taparan con un velo.
En Roma se seguía la tradición de vestir a la novia con una túnica rígida blanca, color de Himeneo, dios de la fecundidad y el matrimonio. El atuendo nupcial se completaba con un cinturón (el nudo de Hércules) y un velo y zapatos color azafrán.
Durante muchos siglos, el vestido fue más un símbolo de la riqueza o bonanza de la familia de la novia que de su pureza o de su fecundidad:
En la Edad Media y Renacimiento era habitual el uso de telas en colores fuertes, púrpuras, rojas o azules ya que sólo las clases más ricas podían permitirse ese tipo de tintes que requerían un tejido y mantenimiento especial, mucho más caros que el que suponían los tintes naturales vegetales que usaban las clases más desfavorecidas. Dichos colores simbolizaban tanto el poder económico como el social. Cuanto más adornado y trabajado estaba el vestido, más rica y poderosa era la familia a la que dicho vestido servía como escaparate. Eran habituales en esta época los brocados, los terciopelos, las sedas adamascadas, los ribetes de piel de armiño o visón, las gemas incrustadas...
El blanco se usaba en ocasiones. Por ejemplo, se sabe que en 1406 la princesa inglesa Phillipa se casó con Eric de Pomerania con una túnica y manto en satén blanco con ribetes de terciopelo en el mismo color y piel de armiño.
Las clases más bajas por supuesto no podían permitirse este exceso. Los vestidos de novia se hacían en lino o lana, en lugar del áspero tejido hecho en casa que llevaba a diario e intentaría que tuviera la mayor cantidad posible de tela. Un vestido con mangas largas o con cola ya suponía una notable diferencia de status. En la actualidad la tela hecha de forma industrial ha quitado este simbolismo a la cola pero la misma se ha mantenido como tradición.
Antes de la medicina moderna, tener salud y una larga vida no era fácil, ni para las clases altas ni mucho menos para las bajas. Como consecuencia, crecieron en torno a las bodas y por añadidura al vestido de novia numerosas supersticiones encaminadas a conseguir esa soñada vida longeva, feliz y fértil.
Aunque el blanco siempre se relacionó por razones obvias con la pureza, el azul, asociado también a la Virgen, fue durante mucho tiempo el color favorito, símbolo de la fidelidad y el amor eterno. Incluso si no iban vestidas de azul, las novias trataban de llevar algo en ese color como garantía de dichas alegrías. Superstición que se mantiene hoy en día.
Salvo los verdes que se asociaban a las hadas y habitualmente se evitaban, y los colores naturales, marrones y beiges, que se asociaban a la pobreza (recordemos esos tejidos naturales de los que hablaba antes) a lo largo de los siglos las novias usaron casi toda la gama cromática.
Entre las clases altas las telas fueron aclarándose hacia tonos pasteles (rosas, azules, amarillos) mientras que tanto la monarquía como la nobleza se fueron decantando por vestidos en tonos metalizados, profusamente bordados en oro y plata, una vez más símbolos claros del status y el poder social. Esta tendencia se mantuvo durante los siglos XVII, XVIII y XIX.
Las clases menos pudientes usaban colores más oscuros como el negro, la gama de grises, azules ya que era fácil reconvertir un vestido de estos colores en un vestido de los domingos. Otras veces se adornaban vestidos que se usaban diariamente con lazos o flores para hacerlos especiales en ese día...
petronialocuta
Imagen: La mañana de la boda, de John Henry Federich Bacon, 1892
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