(María Blanca Nuri)
Los cuentos son para ser contados. Una vez escuché un cuento que no quise olvidar.
Hoy no recuerdo su autor pero lo sigo recreando a mi manera para no perderlo.
Te lo digo al oído...
Estaba entrando a mi casa, cuando escuché una voz que me llamaba bajito.
- María !.
Prendí la luz, dejé el abrigo y la cartera, miré en todas direcciones.
No había nadie.
Otra vez.
- Chisst..., María! ... María! ...
Allí la descubrí. Era una pena pequeñita, que sentada sobre la mesa, al lado del teléfono me hacía un guiño.
- Qué quieres?.
- Llévame contigo.
- Conmigo? .
- Sí, porque si me llevas contigo, alguna amiga viéndote cambiada, te preguntará : qué te pasa ?.
Tú le dirás suspirando: no sé... Tengo una pena.
Yo iré creciendo en vos.
Seré tu fiel compañera.
Otras amigas ya alertas por tu manera de andar y suspirar, te invitarán a confidencias y seguirás respondiendo.
- Es que tengo una pena tan grande, tan grande!...
- Sin saber cuándo ni por qué tomarás cada vez más distancia de todas. Te quedarás en casa. Perderás interés por todas las cosas que eran importantes para vos. Te olvidarás de reír. No recordarás el amor.
Yo contra viento y marea estaré con vos. No habrá circunstancia que pueda alejarme de tí.
Tus amigas, esas que son más despiertas, se darán cuenta de que algo serio te pasa. No se atreverán a llamarte. Sólo comentarán entre ellas: ¿ Qué le pasa a María que tiene una pena tan grande ? .
Harán mil conjeturas. Tal vez alguna se acercará para consolarte por semejante pena.
Vos sin saber muy bien por qué o tal vez por costumbre o por temor a la soledad, dejarás que yo te acompañe.
En ese momento, miré fijo a la pena, tomé la cartera y de un solo golpe la aplasté contra la mesa.
¿ Sabés por qué?.
Porque a las penas hay que aplastarlas cuando están muy pequeñitas, si no crecen y no te las puedes sacar.
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