viernes, 13 de abril de 2018

Las palabras duelen sólo cuando te importa quien las dice

Posted By: CLAUDIA CORIN - abril 13, 2018

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Las palabras tienen poder… tanto, que son capaces de ocasionar un dolor emocional muy elevado. Como si hubiéramos recibido un golpe, como si una embestida directa partiera nuestra alma, y fragmentado el corazón en mil pedazos.

Este efecto sólo tendrá poder si las palabras en sí vienen de una persona que nos es significativa: nuestra pareja, un familiar, un amigo... Es como un rotura de nuestros esquemas y equilibrio, es sentir una agresión procedente de un vínculo muy íntimo.

El impacto del lenguaje es sorprendentemente duradero. A ningún niño se le va a olvidar con facilidad una mala palabra, y ninguna persona puede borrar de su mente la agresión verbal o comunicativa de su pareja.

El lenguaje no es sólo un conjunto de palabras asociadas a significados que heredamos y aprendemos social y culturalmente. En realidad, el lenguaje es ante todo una forma de comunicar y transmitir emociones. Ahí donde incluso el tono y la expresión facial, “comunica”.

A lo largo de nuestra vida podemos recibir comentarios poco adecuados, desafortunados o incluso maliciosos. Ahora bien, la mayoría de ellos los dejamos ir y no dejan huella alguna en nuestro cerebro. Los que sí dejan marca y cicatriz, son los que vienen de boca de seres queridos.

Todos guardamos en el sótano “oscuro”  de nuestra memoria, esa frase despreciativa que algún familiar cercano nos propinó. Puede también, que aún hoy, aún recuerdes con dolor ciertas frases y ciertas palabras evocadas por esa persona a la que tanto querías.

Algo que debemos tener en cuenta es que ninguno de nosotros estamos exentos de “dejar caer” en algún momento, una palabra poco adecuada que cause daño o molestia a alguien. Puede ser algo puntual. No obstante, el problema llega cuando más que palabras, recibimos de alguien una comunicación dañina y falta de afecto.

Las palabras vacías de afecto o empatía crean graves carencias en el ser humano. Son huecos de soledad y aislamiento para el niño pequeño, y abismos de decepciones y amarguras para la persona herida por su pareja.

Paul Watzlawick, un célebre psicólogo austríaco experto en comunicación y lenguaje, enunció una interesante teoría a la que llamó “la desconfirmación”. En ella, se reflejaba el poder destructor de las palabras en la comunicación humana, y las formas más comunes en las que se llevaba a cabo:

La desvalorización: en este tipo de comunicación se hace uso de un determinado tipo de palabras que buscan ante todo disminuir el valor de la persona.Se le quita importancia a todo lo que hace o dice, se usa un lenguaje que desacredita y que le resta valor a toda su figura, a toda su esencia. Es algo realmente destructivo.

La descalificación: en este caso lo que se busca no es ya desvalorizar, sino “invalidar”. Se va un paso más allá y aparecen palabras como “no sirves para nada”, “eres la persona más torpe del mundo”, “no le llegas a la suela de los zapatos a nadie…”

La desconfirmación: este grado de comunicación llega a anular por completo a una persona. Si en las anteriores definiciones quitábamos valor y humillábamos, aquí se procede a “ignorar“. No importa que el niño haga bien o mal algo, se le ignora. No importa que la pareja esté al lado de la persona que ama, éste o ésta procede a hacerle “el vacío”. Como si no existiera…

El maltrato psicológico es silencioso, desconocido en ocasiones, pero quizás mucho más doloroso pues lo que provoca, cambia a las personas para siempre.

Cómo afrontar las palabras que hieren
En ocasiones, hay quien sencillamente, no sabe comunicar, quien carece de herramientas adecuadas para ofrecer una cercanía emocional, un respeto y un reconocimiento. Son ese tipo de personas que hablan casi sin pensar y hacen daño sin darse cuenta (al menos en la mayoría de las veces).

A lo largo de nuestra vida nos hemos visto en estas situaciones. El sentir dolor por ciertas palabras que nos hacen llegar personas cercanas es algo que debemos saber afrontar. 

Hemos de ver cómo es la personalidad de esa persona. Es posible que o bien nuestros padres o algún hermano, tengan esta característica: la carencia de una comunicación emocional y respetuosa. Si es así, es algo que deberemos asumir pero dejando en evidencia siempre y en todo momento, “que hacen daño”.
Si esa comunicación es siempre agresiva y vulnera nuestros derechos hasta llegar a la descalificación, está claro que no hay que reforzar dicha relación. Es un tipo de maltrato y como tal, nos defenderemos y pondremos una necesitada distancia.
En el caso de que nuestra pareja, por ejemplo, haga uso frecuente de palabras cargadas de ironía, debes entender que es también un tipo de vulnerabilidad personal. No lo permitas.
Entiende desde un principio que el uso determinado que haga una persona de las palabras, dice mucho de su personalidad. Si no te sientes cómodo/a con el lenguaje, no “encajas” con dicha persona.
Todos podemos en un momento dado, dejar caer o recibir palabras dañinas. Si es algo puntual no dudes en expresar en voz alta tu desagrado, tu molestia y tu dolor. Usa la “personalización” y haz ver a la otra persona lo que sentiría si estuviera en tu lugar.

Uno de los principales problemas de la comunicación es que no escuchamos para entender, escuchamos para contestar, y es ahí donde aparecen esas palabras que hacen daño.

lamenteesmaravillosa

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