Muchos hombres pensarán que debe ser triste tener éxito con las mujeres después de muerto, cuando ya no se puede disfrutar. Otros pensarán que más vale tarde que nunca. A saber qué pensará Víctor Noir, el protagonista de esta historia, quizás ya harto de que entre unos y otros no le dejen descansar en paz.
Víctor Noir, un francés de la Lorena, de la localidad de Attigny, trabajaba para el periódico La Marsellaise, a cuyo frente estaba Henri Rochefort. De marcado carácter radical, este periódico apoyaba a una gaceta corsa, La Revanche, cuyas disputas con L’Avenir de la Corse, periódico bonapartista, eran muy conocidas. En 1869 unas publicaciones contra Napoleón I ocasionaron las quejas de sus descendientes, uno de los cuales, Pierre Bonaparte, primo del emperador Napoleón III exigió compensación.
Ya se sabe cómo eran las compensaciones de honor en aquella época. Que si tu honor, que si el mío, que si es una afrenta, toma tú la pistola que yo tomo la mía, contamos los pasos, y muerto el último. Grousset, editor de La Marselleise e inspirador de los ataques contra los Bonaparte, aceptó el duelo, y mandó para ello a sus dos segundos, Víctor Noir y Ulrich de Fonvielle a pactar las condiciones de tal duelo.
Pero, con la Corona habíamos de topar. O contra el Imperio. Porque Pierre Bonaparte, como caballero de alta alcurnia, decidió que Grousset, a pesar de ser el instigador, no era sino un segundón. Él quería enfrentarse y retar al dueño del periódico, Rochefort, y así se lo hizo saber tanto a Noir como Fonville. El ambiente en aquella habitación se había caldeado, y ambos, radicales como eran, no iban a permitir que un señor de esa clase los humillara de esa forma.
Dicen que primero atacó Noir y que lo amenazó con su pistola. Fonville dice que fue Bonaparte el que lo abofeteó primero a Noir; el caso es que todo acabó con el pobre Víctor Noir tiroteado y totalmente tieso.
En una época como aquella, 1870, en una Francia que respiraba ya los aires revolucionarios desde hacía más de setenta años, era de esperar que aquel acto cometido contra un igual no fuera tomado a bien, y Víctor Noir acabó convertido en poco menos que un héroe nacional. Dicen que más de 100.000 personas siguieron a la comitiva funeraria en el sepelio del pobre Noir hacia el cementerio de Neuilly, donde fue enterrado por primera vez.
Pierre Bonaparte fue absuelto entre el clamor popular en contra, pero aún así, el régimen del Emperador tardó en caer unos meses más, en 1870, y no fue sino hasta 1889 en que a Victor Noir se le trasladó al cementerio de Pere Lacheise, donde hoy día aún reposa…
Aunque lo de reposar es un decir, porque bien alterado que debe estar su espíritu. Y es aquí donde comienza la verdadera curiosidad de esta Historia.
Jules Dalou esculpió una figura en bronce para su tumba. En ella figura Victor como si se hubiera desplomado en la calle, con el sombrero a su lado. Pero la escultura es tan realista, y tiene tal particularidad, que surgió una leyenda que como todas las leyendas nadie sabe bien cuándo, cómo ni por qué comenzó.
Que cuál es esa particularidad? a la escultura la pusieron bastante bien “dotada”. Tanto que bajo sus pantalones se adivina una sobresaliente protuberancia.
Cuenta la leyenda o el mito que si colocas una flor en su sombrero, besas la escultura de bronce en los labios, y, aquí está el quid, te frotas contra sus genitales, tendrás una vida sexual plena y feliz, y en otras versiones, tener marido en menos de un año y ser fértil.
Podría decirse que es por creencia popular, pero mucho me temo que habrá para todos los gustos, desde los/las bromistas, hasta los que quieren aprovechar el momento a solas con la figura para tener un momento íntimo de placer. Sea por un motivo u otro el resultado es el que podéis apreciar en la fotografía: la escultura de Victor Noir tiene los labios y la zona “protuberante” de sus genitales totalmente desgastados. Durante un tiempo, incluso, tuvieron que vallar la sepultura para evitar los actos obscenos, sin embargo, recientemente ha vuelto abrirse la misma. Ya se sabe: no hay que hacerle ascos al turismo.
Seguro que más de uno lo envidiará. Sí, tuvo una vida corta y un final no demasiado feliz, pero al menos podrá presumir de una eternidad placentera…
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