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martes, 1 de enero de 2019
Las dificultades de amarse en la Edad Media
Posted By: CLAUDIA CORIN - enero 01, 2019Justas, torneos, prendas, doncellas y juglares. Nuestra imagen del amor medieval está fuertemente condicionada por las novelas de caballerías y la poesía de los trovadores. Una fantasía literaria en la que todas las damas son bellas y todos los caballeros hacen gala de modales exquisitos, tanto en el combate como en el ámbito privado.
En todo este periodo se echa de menos el punto de vista femenino. Incluso las llamadas cantigas de amigo, poemas amorosos puestos en boca de muchachas, están compuestos en realidad o recopilados por hombres. Muy pocas mujeres tuvieron la oportunidad de tomar la pluma y expresar sus opiniones y vivencias en torno al matrimonio, la pasión o la infidelidad.
Como las relaciones sexuales se consideraban impuras, no era adecuado mantenerlas en cualquier ocasión. Los libros penitenciales de la época señalan una serie de fechas en que estaban prohibidas bajo amenaza de engendrar hijos leprosos y epilépticos. La abstinencia era obligatoria durante los cuarenta días previos a Navidad, Pascua o Pentecostés. Los domingos debían respetarse. En algunos casos también estaban vetados los miércoles y los viernes, además de ciertas festividades de santos y vigilias.
En total, los cristianos escrupulosos solo disponían de unos 90 días al año para procrear. Si se les resta los días de menstruación, que también estaban prohibidos, la cifra podría reducirse a menos de 60.
Cumplían todas la parejas este peculiar calendario litúrgico?.
La elevada natalidad de la Edad Media parece desmentirlo. Se tenía muy poco en cuenta o nada el amor entre los dos, sino que importaba más el linaje de ambos, por lo que era muy común el “rapto”.
Chicos y chicas necesitaban la autorización paterna para casarse, aunque el castigo por rebelarse era distinto para unos y otros. El matrimonio de un hijo que se casara contra la voluntad de sus padres solía considerarse, pese a todo, válido. El de un hija, no. En este caso, los cónyuges se exponían al destierro, la excomunión e incluso la muerte. En el mejor de los casos, la muchacha podía dar por pérdida la dote y su parte de la herencia.
Qué opciones tenía una muchacha que quisiera casarse por amor?
Solo dos, ambas arriesgadas, casarse en secreto o planear un rapto. Los matrimonios secretos eran válidos siempre que los contrayentes intercambiaran sus votos en presente (“Yo te tomo por esposa” en lugar de “Yo te tomaré…”) pero tenían el inconveniente de no contar con testigos fiables. Simular un rapto era peligroso, pero salvaguardaba mejor el honor de la novia.
Son muchos los excesos y abusos atribuidos al sistema feudal. Uno de los más populares es el “ius primae noctis”, o derecho de Pernada. Según este supuesto privilegio, el señor tenía la prerrogativa de acostarse con las vasallas recién casadas en su misma noche de bodas. Multitud de libros y películas han recreado estos episodios, pero no existe ni un solo documento jurídico de la época que mencione tal derecho. A lo que sí estaban obligados los vasallos era a pedir permiso para casarse, permiso que se les concedía a cambio de tributo. En algunas regiones el pago de tasas iba ligado a una ceremonia ritual de sumisión, durante la cual el señor pasaba la pierna simbólicamente por encima del lecho nupcial. De ahí derivaría el término pernada.
Otro mito muy difundido es el de los cinturones de castidad. Con ellos, supuestamente, los cruzados garantizaban la fidelidad de su esposa mientras guerreaban en Tierra Santa. Sin embargo, es impensable que una mujer llevara un cinturón de castidad durante años. Las infecciones, inevitables, las conducirían a la muerte en pocos días. El único indicio antiguo de la existencia de estos artilugios es un boceto del siglo XV, más de cien años posterior a la última cruzada. Se ignora si realmente llegó a fabricarse, pero de ser así, lo más probable es que las mujeres lo usaran para protegerse de las violaciones en viajes o paseos y solamente durante unas horas.
Hasta ahora, todos los cinturones que se han examinado con medios modernos han demostrado ser imitaciones creadas en el siglo XIX. La mayor parte de los museos de historia medieval los han retirado ya de sus vitrinas.
Ciertamente, y como hemos podido comprobar, los cánones amorosos de la época son muy diferentes a los actuales. Es cierto que se amaban como nosotros lo hacemos, pero en la mayoría de las ocasiones el destino de ambos estaba ya predefinido por causas familiares y de linaje.
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