La nostalgia, la llegada de turistas y la venta de recuerdos le dan vida a la tienda ubicada en Oregon, Estados Unidos.
El ritual de salir de casa para elegir y alquilar una película es algo que muchos menores de 18 ni siquiera conocen. En pleno siglo XXI las plataformas de streaming son las formas de consumo de las películas clásicas, los estrenos y las series que millones de usuarios en todo el mundo disfrutan en sus tiempos de ocio.
Sin embargo hubo un tiempo no muy lejano en el que para ver -o volver a ver- los clásicos como Jurassic Park, Toy Story o Titanic no bastaba con agarrar un control remoto. Había que ir a un videoclub amigo, ver si estaba disponible o ya había sido alquilado, luego se volvía al hogar con una película (o dos) y había que recordar devolverla a tiempo. Si no, se pagaba recargo por cada día de mora.
Amigos, parejas, familias, hacían de ese momento un hábito de los tiempos libres o los fines de semana y así la empresa Blockbuster y sus franquicias se expandieron mas allá de la fronteras norteamericanas y llegaron a las capitales del mundo tomando en cada lugar un color particular.
De todo ese mundo cultural y de ocio de los 90, cuando el próximo 31 de marzo un Blockbuster en Australia cierre sus puertas, solo quedará un único lugar en el planeta donde volver a encontrarse con esa ritual: el Blockbuster de Bend (Oregon) en Estados Unidos.
"Esto es pura tozudez. No queríamos darnos por vencidos", dijo la manager general, Sandi Harding, que lleva 15 años trabajando en la franquicia y recibe gran parte del reconocimiento por mantenerla viva más allá de su fecha de expiración. "Hicimos todo lo posible para reducir costos y mantenernos".
Su ajustado presupuesto suponía que no había dinero para actualizar la tienda, algo que ahora le está ayudando gracias a la nostalgia que hace que los visitantes primerizos de cierta edad se detengan al verla: techos de pochoclos, luces fluorescentes bajas, estantes metálicos para los videos y el omnipresente logo con forma de boleto azul y amarillo que fue un referente cultural para una generación.
"En muchos pueblos, Blockbuster era el único sitio que estaba abierto más allá de las nueve de la noche, y muchos de ellos seguían abiertos hasta medianoche, por lo que los niños que no eran unos vagos iban a ver películas y se enamoraban de ellas", agregó.
El establecimiento esta ubicado una calle céntrica de Bend y -como muchos hicieron en su momento- funcionó como un videoclub durante ocho años antes de convertirse en un Blockbuster en 2000, en un momento en que esta localidad seguía siendo una comunidad aletargada con ambiente de ciudad pequeña.
Blockbuster se declaró en bancarrota en 2010, y cuatro años más tarde, todas las tiendas corporativas cerraron sus puertas. Solo sobrevivieron las franquicias, que finalmente fueron abandonando el negocio una a una. Tras los cierres de las de Redmond, Oregon, y Anchorage y Fairbanks, en Alaska, la de Bend era la última del país.
Sin embargo, comenzaron a llegar turistas para conocer el lugar, recorrerlo y por qué no tomarse selfies. Así el negocio remontó. Luego, se mandaron a hacer buzos, camisetas en azul y amarillo, tazas, imanes, stickers y gorras con el lema "El último Blockbuster de los Estados Unidos", que los visitantes se llevaron rápidamente.
Este mes, tras recibir la llamada de que su tienda pasaría a ser la única del mundo, la responsable realizó un nuevo pedido actualizando su lema a "El último Blockbuster del planeta", y empezaron a recibir una nueva ola de visitantes, esta vez llegados hasta de Europa y Asia.
"Extraño entrar a un Blockbuster o a un negocio de CDs y tener esa experiencia social, ver gente buscando películas y charlando", manifestó. "Es algo que no te dan las pulidas presentaciones de un servicio de música o de la Internet".
Por todo esto la tienda de Bend no parece estar en peligro de tener que cerrar pronto.
Su nueva fama ha sido una inyección de energía y los clientes entran a comprar recuerdos. Pagan 40 dólares por sudaderas, 20 por camisetas e incluso 15 dólares por gorras azules y amarillas tejidas a mano por Harding.
La tienda paga a Dish Network por el derecho a usar el logo de la marca y tiene varios años de alquiler por delante.
Cada tanto reciben cajas con viejas cintas de VHS y DVDs que le manda la gente. También reciben donaciones de otros artículos alusivos, como chaquetas de esa marca, llaveros y viejas tarjetas de membresía.
"Tienen que ver que no todo está en los iPad".
También subsiste gracias al merchandising del local con el lema "El último Blockbuster de los Estados Unidos", sobre buzos, remeras, tazas, imanes, stickers y gorras que los visitantes se llevan de recuerdo.
Sandi Harding, gerente general del último Blockbuster posa para la foto sosteniendo el disquete que usa para reiniciar su computadora y la cinta utilizada para realizar copias de seguridad de las transacciones.
Disquetes que contienen el software original que todavía se usa para reiniciar el sistema informático en la última tienda Blockbuster.
Fuente: CLARIN - AP
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