domingo, 31 de marzo de 2019

El secreto del exitoso restaurante de Marruecos liderado por mujeres

Posted By: CLAUDIA CORIN - marzo 31, 2019

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Viudas, divorciadas, madres solteras, huérfanas o mujeres que no han tenido acceso a la educación. Pese a no representar a ninguna clase social en particular, ellas son las más vulnerables y con riesgo de exclusión social en Marruecos. Son mujeres, pero son mujeres sin un hombre al lado. Algo extremadamente incómodo que se mira con recelo desde estamentos patriarcales del país norteafricano, donde las mujeres representan menos del 30% de la fuerza laboral del país.

Quizás por este motivo, Nora Fitzgerald, estadounidense de nacimiento pero criada en Marruecos, fundó en 2013 el Centro Amal, que significa “esperanza” en árabe, para empoderar con un trabajo estable en restaurantes y hoteles a este grupo de mujeres estigmatizadas sin razón alguna.

Formar parte de este espacio representa un soplo de aire fresco para muchas mujeres heridas de por vida, que viven su formación en la cocina como la última oportunidad para reengancharse a una sociedad que las repudia por el mero hecho de querer ser autosuficientes.

Para las portavoces del centro, el fantasma de la política y la guerra de equilibrios para combatir la herencia de un sistema cruel e injusto siempre aparece como telón de fondo: “En realidad no hay muchos problemas de convivencia. Siempre hemos tenido excelentes relaciones con el gobierno y colaboramos en lo que respecta a la documentación legal requerida”. Palabras justas y elegidas minuciosamente. El único momento en el que guardan las formas.

Es un secreto a voces que muchas mujeres soportan demasiado dolor injustificado a sus espaldas. La mayoría se sienten perdedoras e incluso invisibles antes de cruzar la puerta del centro y, con mucho acierto, aquí decidieron llamarlas “campeonas” porque se atrevieron a dar el primer paso en busca de un futuro mejor cuando lo fácil era bajar los brazos.

Mujeres como Hanane, Aicha o Zineb. Hanane enviudó tras un matrimonio pactado a muy temprana edad. Su marido murió en un accidente automovilístico, dejándola sola en un país extranjero con dos bebés. Aicha se crió en una familia muy estricta con un padre que la sacó de la escuela sin permitirle salir del hogar. Zineb tenía seis años cuando su padre la envió con otra familia. Pensando que se iba de vacaciones, acabó en una casa donde la maltrataban continuamente cada vez que intentaba escaparse.

Son tres casos de las cientos de historias anónimas que han pasado por el centro. “La principal dificultad que se encuentran para prosperar es ser responsables de su familia. Estas mujeres fueron abandonadas por sus esposos o sus familias y tienen que aprender a depender de ellas mismas. Además, como no tienen título ni diplomatura, es difícil encontrar empleos con salarios dignos”.

Y es que aquí reciben más de 100 solicitudes para cada curso de cocina de 6 meses, y solo atienden a 30 mujeres debido a su limitada capacidad de maniobra. Son muchas las voluntarias que quedan fuera buscando una vida mejor y eso genera culpabilidad entre las organizadoras: “Nuestro programa de capacitación selecciona a los beneficiarias cuidadosamente, ya que recibimos muchas solicitudes. Para ser seleccionada la mujer debe tener entre 18 y 35 años, poseer una identificación válida, un historial con dificultades personales y/o económicas y, muy importante, ser una apasionada de la cocina”.

Porque la cocina que se sirve no es un tema secundario. Comer en el Centro Amal debería ser parada obligatoria de cualquier turista que viste Marrakech. En el corazón del barrio de Guéliz, aún se respira un ambiente atemporal con edificios de la época colonial, en muchos casos en mal estado o abandonados. Es la zona elegida para vivir por la mayoría de los extranjeros residentes en Marrakech, principalmente porque queda fuera del ajetreo de la Medina. Se supone que debería ser el barrio más moderno y occidentalizado, con carteles de un Zara o un McDonald’s a pocos metros, pero afortunadamente queda este oasis rodeado de vegetación espesa para evitar las miradas indiscretas.

Sin lugar a duda, Amal principalmente es un lugar feliz que representa todo lo que debería ser un programa social enfocado a la transformación de la vida de mujeres alrededor de la gastronomía marroquí. En la espléndida terraza huele a hierba y plantas recién regadas, que recolectan para servir con el té, todo mezclado con especias de platos multicolores.

Ensaladas mentoladas, tajine de pollo al limón, couscous de verduras, zaalouk de berenjena, pastillas de marisco y dulces tradicionales se sirven a destajo en los 3 servicios por mesa para cuadrar números: “El principal problema para seguir adelante es asegurar que tengamos suficientes fondos. Es una lucha eterna, ya que dependemos de lo que vendemos”. Y lo que venden depende de la clientela, que llega con una conciencia social fuera de lo común buscando un triple placer: el de la autenticidad de la comida, el buen trato y el saber que se aporta un granito de arena para el futuro de esas mujeres.

Todo esto ha provocado un efecto rebote inesperado. Amal fue, es y será un centro pionero de ayuda a mujeres en la ciudad, pero ahora también es, casi sin buscarlo, uno de los mejores restaurantes de Marruecos y el comedor con más comentarios positivos en TripAdvisor.

La mayoría no son profesionales del oficio, pero nadie discute que ellas son las auténticas guardianas del patrimonio culinario marroquí

No es casualidad que una de las primeras cosas que te enseñan al pisar Marrakech sea que la buena comida no está en los restaurantes. Si un turista busca la auténtica comida tradicional marroquí debe arreglárselas para lograr la invitación en un hogar privado de una familia o gastar cientos de dirhams en un riad, donde empresarios europeos explotan a cocineras marroquíes.

La mayoría no son profesionales del oficio, pero nadie discute que ellas son las auténticas guardianas del patrimonio culinario marroquí. “El hecho de que Marrakech sea una ciudad turística y tenga más de 2000 centros de hospitalidad, requiere tener cocineros de ambos sexos. Una vez que una mujer tiene un empleo y un salario mensual, puede cubrir sus propios gastos y los de su familia. De golpe, se convierte en un miembro activo de la sociedad”.

Por eso el Centro Amal ha funcionado tan bien, ya que en poco tiempo se ha ganado la confianza de turistas y nativos al ofrecer calidad a un precio razonable fuera del turismo masificado o de lujo. Atienden todos los días de la semana, desde las 11 de la mañana hasta que se acaba la comida porque, como luce el mural en una de las paredes, “hay gente que va a sitios bonitos y hay gente que hace los sitios bonitos”.

lavanguardia

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