La Reina Isabel II de Borbón fue conocida como “la de los Tristes Destinos”. Hija de Fernando VII y de María Cristina Borbón Dos Sicilias, Isabel reinó en la España entre 1833 y 1868. Quizás fue su desgraciado matrimonio con su primo Fracisco de Asís Borbón, o quizás fueron los innumerables abortos e hijos fallecidos tempranamente que tuvo, lo que llevó a Isabel a una gran tristeza.
Parecía que nada hacía feliz a la Reina y la Reina cobijó su corazón y su tiempo en los culebrones de la época. Y es que en el siglo XIX había muchas personas completamente enganchadas a las aventuras y desventuras que se contaban en las series publicadas por entregas en los periódicos. Isabel II fue una de ellas. Pero Ia monarca no fue una seguidora cualquiera. Era la Reina y pensó que tenía más derechos que el resto de los lectores a saber de las vicisitudes de los protagonistas de aquellas novelas.
El culebrón que hacía estragos entre la población española del momento era una serie publicada en el diario La Nación y escrita por el escritor Antonio Flores.
Antonio Flores era el autor que más éxito tenía en este tipo de publicaciones. La novela que publicaba Flores tenía a medio país inquieto por saber cómo iban a transcurrir los enredos de las vidas de los protagonistas.
La Reina Isabel II devoraba la publicación de aquella novela por entregas. En palacio había una de las doncellas que tenía como primera obligación del día hacerle llegar el diario La Nación a su majestad. Pero llegó un momento en el que su majestad la Reina Isabel se vio incapaz de aguantar su propia curiosidad. La reina quería saber cuanto antes cómo acababa la historia.
Creyendo Isabel II que su condición de reina le permitiría sin ningún problema conocer el desenlace de la novela en el momento que ella lo requiriese, mandó un mensaje al escritor. La Reina informaba al autor que deseaba conocer el final de su obra de manera inmediata. Isabel II no quería tener esperar al resto de las entregas del periódico para conocer lo que ocurría en la novela y exigía a Antonio Flores que le entregara el manuscrito de su novela para que ella pudiera leerlo ya.
Pero, ante la infinita sorpresa de la Reina, el escritor Antonio Flores no dudó en responderle a la monarca: “Majestad, lamento no poder complaceros, pero ni siquiera yo tengo idea de cómo voy a salir del enredo que he tramado. Eso sí, en cuanto lo averigüe os lo comunicaré de inmediato”.
Así Isabel se topó de narices con una respuesta muy a la manera de escritor. Antonio Flores fue cortés pero tajante. El autor le dio a la Reina una respuesta que, fuera o no fuera cierta, no dejaba resquicio alguno para pudiera insistir en su exigencia. De esta forma Isabel II tuvo que esperar los mismos tiempos y las mismas entregas que el resto de los ciudadanos para saber de las aventuras y desventuras de los protagonistas del culebrón.
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