viernes, 30 de marzo de 2018

El inconsciente y los olores

Posted By: CLAUDIA CORIN - marzo 30, 2018

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La huella de los olores en el inconsciente humano
Igual que Gregorio Samsa, Stephen D. se despertó un buen día habiendo sufrido una metamorfosis. Aquella mañana, posiblemente debido al consumo reciente de anfetaminas, el olor tomó las riendas de todo su mundo perceptivo. Y esto fue lo que definió la vida de este joven durante los días siguientes: una increíble sensibilidad hacia los aromas. La exaltación de su olfato hacía que todo lo que notaba a su alrededor fuesen notas fragantes y, aunque conservaba el resto de sus sentidos, todos parecían haber perdido importancia bajo el imperio de lo nasal.

Por primera vez, Stephen D. tenía la necesidad de olerlo todo, identificaba a las personas por su olor antes de verlas y reconocía los estados anímicos de sus compañeros sin mirarlos. No sólo se hizo mucho más sensible a todos los olores: todas las capas de lo real pasaron a ser por estímulos olfativos muy potentes. Además, esta metamorfosis supuso también entrar en una realidad en la que una fuerte emocionalidad lo teñía todo, haciendo que el aquí y ahora pasara a primer plano mientras que el pensamiento abstracto empequeñecía al disolverse en esa rica gama de sensaciones.

Lamentablemente, a las tres semanas todo volvió a la normalidad. La pérdida de este don, tan brusca como su llegada, y supuso un fuerte mazazo emocional. Una vez abierta la puerta hacia un mundo de percepción tan pura era difícil renunciar a esas sensaciones.
Estos sucesos, narrados por Oliver Sacks en un capítulo llamado El perro bajo la piel, son presentados como verídicos por parte del autor (Sacks, 2010/1985). Sin embargo, a la mayoría de nosotros esto nos puede parecer un relato casi alienígena, algo que guarda poca o ninguna relación con nuestra experiencia cotidiana. En general, creemos que el olfato es algo así el hermano pobre de los cinco sentidos. Esto es cierto hasta cierto punto.

Olor, emocionalidad e inconsciente
Toda nuestra vida parece tener formato audiovisual: tanto nuestro tiempo de ocio como las personas con las que nos relacionamos y las situaciones en los que nos vemos involucrados quedan definidas por lo que podemos ver y oír. Sin embargo, la historia de Stephen D. tiene una particularidad que pone en cuestión esta norma: este joven ve aumentar su sensibilidad hacia los olores a causa de los efectos de una droga, pero las grandes estructuras de su cuerpo no sufren ninguna transformación.
Quizás todo se explique porque, en el caso de Stephen, algunos procesos que normalmente permanecen inconscientes llegaron a dar el salto hacia la consciencia. Quizás, aunque no nos demos cuenta, todos nosotros tenemos un perro bajo la piel, una parte inconsciente de nosotros que reacciona a olores al margen de nuestro control.

Las evidencias científicas parecen respaldar esta perspectiva. Hoy en día sabemos que el sentido del olfato tiene una importancia crucial en nuestras vidas a pesar de que no nos demos cuenta. Por ejemplo, se ha comprobado que el olor es un potentísimo desencadenante de recuerdos asociados a cada una de las fragancias, y que esto pasa independientemente de nuestra voluntad por recordar algo. Además, las experiencias que los olores nos traen a la memoria son de carácter mucho más emocional que los recuerdos evocados por imágenes o por palabras.

Las feromonas son señales químicas definidas por cada especie en concreto y que producen reacciones instintivas. Los olores firma, por su parte, sirven para identificar a cada miembro concreto de la especie y se basan en el reconocimiento de olores experimentados con anterioridad.

Aunque la especie humana no es tan sensible a los olores como otros mamíferos (una muestra de ello es que nuestro morro se ha achatado drásticamente, dando lugar a menos receptores olfativos), nuestro cuerpo es capaz de conocer aspectos de las demás personas tales como su identidad, su estado emocional u otros aspectos de su psicología a partir de estos "rastros" que vamos dejando por el aire.

Las señales químicas que recibimos a través de la nariz actúan drásticamente sobre la regulación del tono emocional, aunque no nos demos cuenta, y por eso los olores son una vía única para incidir sobre el estado anímico de las personas aunque estas no se den cuenta. Además, como en el sistema límbico está incluido el hipocampo (una estructura asociada a los recuerdos), las señales recogidas por la nariz evocan con facilidad experiencias ya vividas, y lo hacen acompañando este recuerdo con una gran carga emocional.

Todo esto significa, por cierto, que teóricamente podría ejercerse algún tipo de manipulación sobre el resto de las personas sin que estas puedan hacer mucho para controlar sus propios sentimientos y disposiciones psicológicas. El ejemplo más claro de este principio de la manipulación lo encontramos, claro está, en las panaderías. Esperemos que los grandes fabricantes de televisores y ordenadores tarden algo más descubrirlo.

psicologiaymente

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