jueves, 28 de junio de 2018

5 rasgos asociados a traumas de la infancia

Posted By: CLAUDIA CORIN - junio 28, 2018

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La niñez es una etapa decisiva de la vida. Las impresiones físicas y psicológicas que se reciben durante esa etapa dejan huellas duraderas en el cerebro. Por eso los traumas de la infancia impregnan por completo la personalidad y su influencia se prolonga a lo largo del tiempo.

Esto no quiere decir que no se puedan superar, o en el peor de los casos que no se puedan superar en una medida razonable. Que alguien haya vivido una infancia difícil no quiere decir que no se pueda llevar una vida plena. Sin embargo, esto suele requerir procesos terapéuticos o de una elaboración personal profunda.

Hay algunos rasgos que denotan la presencia de traumas de infancia no superados. Si tuviste una niñez difícil, vale la pena que revises si alguna de esas características está presente en tu forma de ser. Son excelentes indicadores para darte cuenta de que es hora de hacer algo por ti mismo.

1. Inhibición, un rasgo asociado a traumas de infancia
La inhibición tiene que ver con la dificultad de hacer presencia en el mundo. Incluso en la propia vida. Es el caso de las personas que se cohíben de decir lo que piensan o de hacer lo que desean. Sienten miedo de hacerlo o sencillamente no se les ocurre nada.
Los traumas de infancia hacen que alguien se sienta inhibido para autoafirmarse en las distintas situaciones. Lo que hay, en cambio, es hermetismo. Aislamiento. Gran dificultad para relacionarse con los demás y temor a los otros.

Hay personas que son introvertidas y por eso no son muy adeptas a las situaciones sociales. Sin embargo, no tienen problema en decir en voz alta lo que piensan o sienten. Y actúan con autonomía. En cambio, cuando hay traumas de infancia que no se han superado, la persona quiere pasar desapercibida, no llamar la atención.

2. Irascibilidad
En las personas que no han superado sus traumas de la infancia suele percibirse un cúmulo de ira. No necesariamente son personas violentas. Lo que sí suelen ser es poco tolerantes y dadas a reaccionar agresivamente. Parece como si siempre estuvieran a punto de explotar, aunque no lo hagan.
Su irascibilidad también se nota en la forma de manipular los objetos o en el tono de voz. Se ve tensión en sus gestos y en su forma de hablar. Hay rabia en su forma de actuar, aunque no sean explícitamente agresivas.

3. Rechazo a los halagos
Las personas que no han superado sus traumas de la infancia suelen tener también problemas para valorarse a sí mismas. O se sienten muy por debajo de los demás o se sienten muy superiores. Esto último es solo en apariencia. Un mecanismo para compensar la pobre opinión que tienen de sí mismos.
Por eso es usual que rechacen los halagos de los demás. Creen que nunca son lo suficientemente buenos. Por eso se molestan cuando les dicen que destacan en algún campo. Les parece que se trata de un engaño o de una burla. No pueden entender cómo alguien tiene buen concepto de ellas, si ellas mismas se detestan.

4. Disculparse constantemente
Alguien con traumas de infancia siente que todo lo que dice o hace puede molestar a los demás. Por eso se disculpa frecuentemente. Pide perdón por cosas por las que no debería hacerlo. Se disculpa cuando va a hablar, como si no tuviera derecho a ello. O cuando va a entrar en un lugar o a salir de él, etc.

En ese tipo de acciones se ve la huella de una crianza restrictiva, quizás humillante y con pocas expresiones de afecto. Tales personas sienten como si tuvieran que pedir perdón por cualquier acción que les dé presencia en el mundo. Ese es precisamente uno de los grandes efectos de los traumas no superados de la infancia.

5. Huir del conflicto o vivir en él
Las infancias traumáticas suelen desarrollarse en una familia altamente conflictiva. Un contexto en el que los desacuerdos y las agresiones eran la norma. Cualquier palabra o cualquier acto podían desencadenar una seguidilla de problemas. Por eso la persona puede crecer con miedo o con fijación por el conflicto.

Quienes temen al conflicto, van a huir de él en cualquier circunstancia. Incluso son capaces de pasar por encima de sus propias convicciones con tal de evitar una contradicción. Los que se apegan al conflicto convierten todo en un problema. Se mantienen atados a la repetición de las conductas que aprendieron de niños.

Los traumas de infancia no se resuelven porque sí, o al menos rara vez lo hacen. Es necesario trabajar con ellos para que no terminen invadiendo la personalidad y haciendo de la vida un infierno. Algo siempre queda de todo lo que vivimos en los años. Pero una vez que somos adultos, estamos en disposición de modular y elaborar los traumas de la infancia de una manera que nos nos perjudique.

lamenteesmaravillosa

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