Convivir con una persona bipolar no es una tarea nada fácil para sus familiares y amigos. Tampoco le resulta sencillo vivir con el trastorno bipolar a quien lo padece.
El trastorno bipolar, también llamado enfermedad maníaco-depresiva, causa cambios cíclicos en el estado de ánimo de la persona que lo sufre, que puede pasar de un estado eufórico (manía) a otro muy bajo (depresión) de manera brusca, aunque lo habitual es que este cambio sea gradual.
Dentro de las alteraciones de la afectividad podemos describir dos situaciones límite (estado deprimido y episodio maníaco) y dos vivencias intermedias (trastorno distímico y estado hipomaníaco).
En el centro, y en situación “inestable”, se encuentra la ‘normalidad’.
Todas las personas pasamos por “altos y bajos” en nuestra vida cotidiana, pero en el caso de una persona bipolar “estos picos” pueden llegar ser muy extremos de manera que le afectan a sus relaciones personales, en su trabajo o estudios, e incluso, en la fase depresiva, inducirle al suicidio.
Convivir con el trastorno bipolar puede convertirse en una auténtica ‘montaña rusa’ de emociones si la persona bipolar no sigue un tratamiento ni lleva una vida ordenada.
Si, por el contrario, la persona bipolar vive de acuerdo a unos horarios estables, evita en la medida de lo posible situaciones que le generen un estrés añadido y sigue el tratamiento médico, puede llevar una vida familiar, social y laboral normalizada.
Fase maníaca
El episodio maníaco se define por una exaltación vital en que los tres rasgos básicos son la euforia maníaca, la excitación psicomotora y el pensamiento acelerado.
La euforia maníaca es una alegría excesiva que se estima injustificada. Se manifiesta por una vitalidad desbordante, y a veces con una capacidad intelectual excepcional. En este estado, la persona bipolar es capaz de resolver grandes problemas y, al mismo tiempo, de hundirse ante situaciones cotidianas de la vida doméstica. La agresividad, en forma de irritabilidad colérica, es otra de las formas de presentarse el episodio maníaco, junto con hipersexualidad, impulsividad, exaltación vital con expansividad, irritabilidad marcada y labilidad del humor.
La excitación psicomotora es una actividad desbordante, pero al mismo tiempo estéril, y en ocasiones tiene un contenido lúdico. El maníaco hace muchas cosas, pero sin una finalidad concreta. Además, su resistencia a la fatiga parece incrementada: apenas duerme y, sin embargo, se mantiene fresco y ágil.
Por último, la persona bipolar durante esta fase presenta un pensamiento acelerado, sin conexión, fragmentado, dando la sensación de que falta coherencia en el curso del propio pensamiento. Con frecuencia pueden surgir ideas delirantes de omnipotencia o grandeza.
La alteración de la persona bipolar debe ser lo suficientemente grave como para provocar un claro deterioro en las actividades sociolaborales o para requerir hospitalización.
Cuando esta sintomatología aparece menos intensamente, entonces se denomina episodio hipomaníaco.
Pautas para detectar los síntomas maníacos (Gil Gregario y Martín Carrasco, 2004)
a) Un aumento súbito de actividad de la persona bipolar suele ser indicativo del inicio de un cuadro eufórico.
b) El aumento de irritabilidad, en forma de disputas constantes, intolerancia o impaciencia excesiva, puede anunciar el inicio de una fase mixta o de euforia de la persona bipolar.
c) Un aumento en la productividad verbal también puede indicar manía.
d) La disminución de la necesidad de dormir es, la mayoría de las veces, el síntoma precoz de recaídas.
e) La aparición de nuevos intereses, ideas, proyectos de la persona bipolar, muchas veces es el inicio de una fase maníaca.
f) Cambios del estado de ánimo de la persona bipolar, sobre todo si no obedecen a ninguna razón en concreto, o son demasiados intensos y prolongados con respecto a la causa que los ha provocado.
Fase hipomaníaca
La clínica característica de los episodios hipomaníacos consiste en el predominio de un estado de ánimo elevado, expansivo o irritable, y síntomas propios de la manía durante un período determinado de tiempo, pero en grado tal que la alteración no llega a ser lo bastante grave como para provocar un deterioro social o laboral de la persona bipolar, o como para requerir hospitalización. En general, todos los síntomas tienden a ser más leves que en la manía, y no aparece sintomatología psicótica. La hipomanía es un síndrome difícil de detectar, especialmente de forma retrospectiva.
Fase depresiva
La fase depresiva del trastorno bipolar presenta algunas características que la distinguen de las depresiones. Son éstas:
# 1.- Se acompaña con frecuencia de un predominio de la apatía sobre la tristeza, de la inhibición psicomotriz sobre la ansiedad, y de la hipersomnia sobre el insomnio.
# 2.- Menor incidencia de anorexia.
# 3.- Mayor probabilidad de desarrollar síntomas psicóticos en los casos graves.
# 4.- Los deprimidos bipolares tienen una edad inferior de debut y una mayor incidencia de episodios postparto.
# 5.- Antecedentes familiares de manía y de suicidio consumado.
# 6.- Buena respuesta al tratamiento con litio.
# 7.- En un chico o una chica bipolar es relativamente frecuente la presencia de síntomas catatoniformes o estupor. Y en un anciano, clínica de pseudodemencia.
Fase mixta
Los estados mixtos se caracterizan por la aparición simultánea de sintomatología maníaca y depresiva en diferentes combinaciones, según la alteración del humor, las cogniciones y la conducta de la persona bipolar.
La forma más común, denominada “manía depresiva”, consiste en un cuadro caracterizado por hiperactividad e inquietud psicomotriz, insomnio global, taquipsiquia y verborrea, combinadas con pensamiento depresivo, llanto y inestabilidad emocional e ideas de culpa frecuentemente delirantes.
Los estados mixtos son difíciles de diagnosticar y también de tratar, y suelen asociarse a un riesgo elevado de suicidio.
Decálogo para convivir con una persona bipolar
# 1.- La persona bipolar, en la fase depresiva, debe ser tratado como si padeciera una depresión. De ahí que habría que tener en cuenta estas recomendaciones para la familia de un depresivo.
# 2.- El tema se complica cuando aparece la fase eufórica, sobre todo la primera vez, pues la familia se queda sorprendida por la actuación del hijo, esposo o mujer bipolar, y puede pensar que se deba al consumo de tóxicos o a un cambio de conducta por la “mala cabeza” del sujeto. Nada más lejos de la realidad. La enfermedad bipolar tiene un componente genético, por lo que la persona bipolar no es responsable de ese comportamiento ‘extravagante’ (Vieta i Pascual et al., 2004).
# 3.- La culpa nunca es buena consejera, y en este caso no va a ser una excepción. Los familiares de la persona bipolar deben aceptar esta enfermedad como producto de un conjunto de factores (genéticos, estresantes, personales, etc.), y no como una consecuencia directa de la educación y de la relación entre padres e hijos.
# 4.- La familia debe ser consciente de que el paciente bipolar puede desarrollar una actividad social, laboral y familiar con normalidad, como cualquier otra persona, con la limitación de que tiene que seguir un tratamiento y debe evitar, dentro de lo posible, los factores estresantes gratuitos y procurar llevar una vida regulada en horarios y esfuerzos. Por este motivo, es necesario procurar que la persona bipolar mantenga una jornada regular de trabajo y de diversión, sin exageraciones, así como evitar todo lo que suponga un “plus” de agobio o estrés.
# 5.- Los excesos (consumo de tóxicos o alcohol, o una vida con horarios muy irregulares, etc.) son un buen caldo de cultivo para que la enfermedad se reactive. En este sentido, es recomendable para la persona bipolar evitar las amistades ‘problemáticas’. La familia puede colaborar, sin agobiar, ayudando al paciente bipolar a rodearse de personas que supongan una influencia positiva y que no incurran en conductas de riesgo para el paciente.
# 6.- Es muy importante para la persona con trastorno bipolar establecer unos buenos hábitos de descanso para lograr dormir lo necesario. Si por cualquier circunstancia esto se ve afectado, es imprescindible que la persona bipolar (o la familia en su defecto) lo ponga en conocimiento del profesional de la salud que esté llevando su caso, por si fuera necesario cambiar la medicación.
# 7.- En la fase eufórica, a veces es necesario un internamiento psiquiátrico, sobre todo para evitar que el paciente realice acciones o actividades de las que después pueda arrepentirse (comprar o vender bienes, viajar sin control, etc.), o bien para evitar que se haga daño a sí mismo o a los demás. A veces, estos internamientos deben hacerse de forma forzosa y sin el consentimiento de la persona bipolar, que en esos momentos no tiene conciencia de su enfermedad, con el consiguiente malestar por parte de la familia por tomar una decisión tan drástica. Hay que pensar que esas medidas se aplican por el bien del paciente y que en esas circunstancias es la única manera que tenemos de facilitar su recuperación.
# 8.- Los familiares de las personas bipolares deben conocer la importancia del tratamiento farmacológico (medicación eutimizante). De ahí que han de procurar supervisar, sin agobiar, la correcta administración de la medicación y de los controles periódicos de analítica. No debemos atosigar al paciente respecto de la necesidad de tomarse el tratamiento de forma correcta; pero esto hay que hacerlo “controlando, pero sin controlar” . Como me decía en una ocasión la mujer de una persona bipolar: “nunca le digo que se tome la medicación, pero estoy muy atenta y compruebo si después de cada comida se la ha tomado”.
En los períodos intercrisis, en que la persona bipolar se comporta de forma adecuada, es decir, que no está ni deprimida ni eufórica, debemos insistir en la importancia de seguir el tratamiento, junto con la asistencia a la consulta de seguimiento psiquiátrico, para de esta forma contribuir a la permanencia de la ausencia de síntomas de bipolaridad, ni depresivos ni eufóricos. Es frecuente que en estos períodos de normalidad la persona bipolar se ‘olvide’ de las pastillas, con el consiguiente riesgo de la recaída.
# 9.- Suele resultar beneficioso para las personas que padecen trastorno bipolar realizar un ejercicio moderado con regularidad porque les ayuda a equilibrar su estado de ánimo. La práctica regular del deporte libera endorfinas que ejercen un efecto positivo para el estado de ánimo en general. En ello siempre puede colaborar algún miembro de la familia (hermano, pareja, etc.) o del entorno (amigo) de la persona bipolar, ya que siempre es más fácil motivarse para hacer algún deporte de manera regular si se comparte la afición con otra persona.
Asimismo, puede ser muy positivo para la persona con trastorno bipolar la realización de actividades que le ayuden a relajarse o a controlar el estrés tales como el yoga, taichí, meditación zen, etc.
En cualquier caso, sea cuál sea la actividad que se realice, siempre se debe poner en previo conocimiento del profesional sanitario, sobre todo en el caso de que el paciente esté siendo tratado con litio, para valorar su conveniencia.
# 10.- Ante la aparición de algún síntoma, ya sea depresivo o eufórico, la persona bipolar deberá ponerse en contacto con su terapeuta para reajustar el tratamiento si fuera preciso. En ningún caso, y en éste menos todavía, es recomendable la automedicación, debido al riesgo de pasar de una fase a otra sin solución de continuidad, con las consecuencias negativas para el paciente y sus familiares.
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ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
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