sábado, 17 de noviembre de 2018

El síndrome wanderlust, la obsesión por viajar

Posted By: CLAUDIA CORIN - noviembre 17, 2018

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El síndrome wanderlust es un término que hace referencia a la obsesión que sienten algunas personas por viajar. Un deseo que nace de una “necesidad”, fuera de lo común, de conocer nuevos rincones y descubrir otras culturas.

Su etimología proviene de wandern (excursión, viaje, paseo) y lust (deseo, anhelo). De la unión de los dos lexemas nace el término “deseo de viajar”. 

La traducción literal de wanderlust al español sería ‘pasión por los viajes’, similar al significado de ‘dromomanía definido por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) como un inclinación excesiva u obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro.

Hasta hace pocos años, los viajes por placer buscando aventuras que contar y dando rienda suelta al espíritu viajero de los jóvenes era algo inimaginable. El síndrome wanderlust es mucho más que las ganas de irse de vacaciones, que de alguna manera todos las tenemos, es una necesidad que arrastra la pasión por viajar y por descubrir nuevos lugares y diferentes culturas.

Este síndrome afecta a hombres y mujeres por igual, normalmente entre los 20 y 40 años. Poseen un impulso irresistible de salir, aman escaparse a cualquier parte del mundo y siempre están buscando nuevos destinos. Algunas encuestas y estudios han demostrado que es la prioridad e interés para esta generación. Para lograr su propósito, Internet es su mejor aliado, ya que la red se transforma en su mejor agente de viajes. Reservas, compras, billetes e información; todo se resuelve a través de las nuevas tecnologías.

Estos viajeros empedernidos pasan la mayor parte de su tiempo leyendo guías de viaje, navegando por Internet en busca de vuelos, hoteles, albergues, etc., disfrutan con el visionado de documentales sobre lugares exóticos y gastan una buena parte de sus ingresos en viajar. El destino pasa a un lugar secundario en el planteamiento del viaje, una mera excusa para disfrutar del placer de viajar, es entonces cuando la experiencia wanderlust adquiere todo su significado y se transforma en una forma de vida.

Viajar enriquece a la persona, abre nuevas perspectivas y posibilita otros puntos de vista. Conocer otras culturas, empaparnos de tradiciones y vivir en lugares diferentes, nos ayuda a ampliar nuestras miras y a alimentar -y al mismo tiempo saciar- esa curiosidad por la desconocido.

El síndrome wanderlust y la genética
Existen personas que no sienten la necesidad de viajar, que no se mueve en ellas una inquietud especial por descubrir lugares. Se plantean las vacaciones como un tiempo para descansar y estar tranquilos o quizá para marcharse a un hotel y desconectar de preparar comidas o limpiar. Lógicamente este planteamiento es el contrario al síndrome wanderlust, donde impera la necesidad de no estar demasiado tiempo en un lugar y el deseo de viajar se convierte en el centro de la vida de quienes lo padecen.

Más allá de una moda, algunos expertos aseguran que el espíritu aventurero o síndrome de wanderlust en realidad se encuentra en nuestro genes, y más concretamente en el denominado DRD4-7r, un receptor de dopamina (neurotransmisor del placer) que ha sido bautizado como “el gen viajero”.
Para David Dobbs, investigador de Nacional Geographics, este gen provoca que las personas que lo tienen “acepten mejor los cambios y la aventura, y también se sienten con mayor afinidad para asumir riesgos en cuanto a nuevas ideas, comidas, relaciones, etc”. Además de la necesidad constante de viajar, los individuos que portan este gen, son personas lanzadas, creativas, que buscan conocer nuevas culturas y otras formas de vida. En definitiva, cualquier cosa que les aporte crecimiento personal.

Padeces el síndrome wanderlust?
Las personas que padecen el síndrome wanderfust tienen características que las diferencian del resto:

Siempre tienen actualizado y a mano el pasaporte por si surge la oportunidad de viajar de forma imprevista. No tienen miedo a salir de su zona de confort porque lo gustan los cambios.
La curiosidad por descubrir nuevos lugares y otras culturas va más allá de la imaginación y se convierte en una necesidad. Todo el dinero que pueden ahorrar va destinado a vivir nuevas aventuras.
En cuanto regresan de un viaje ya están planificando el siguiente: consultando páginas de Internet especializadas, visionando documentales o leyendo guías.
La pasión por viajar y conocer mundo no se reduce solamente a poseer el gen viajero, sino que también se relaciona con la infancia, la época en la que aprendemos a través del juego y la imaginación. Es en esta etapa cuando se desarrolla el interés por saber qué hay más allá de los límites del hogar. Más allá de la frontera del colegio y los deberes, hay adultos que siguen sintiendo la misma (o más) pasión que entonces.

La Mente es Maravillosa

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