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domingo, 11 de noviembre de 2018
Por qué nos gusta tanto aparentar?
Posted By: CLAUDIA CORIN - noviembre 11, 2018A los niños les gusta soñar con ser el héroe de la película. Evadirse en sus fantasías es también su mecanismo de defensa para sobrellevar los momentos difíciles. Más adelante descubrirán que sus sueños viven en algún lugar de su mente, lejos de una realidad que tiene sus propias normas.
Cuando somos adultos, soñar un rato con los ojos abiertos es una válvula de escape y puede tener incluso efectos antidepresivos. Pasado ese tiempo, volvemos al "yo soy yo y mis circunstancias" de Ortega y Gasset, algunos para luchar por sus sueños y otros para olvidarlos en el desván del inconsciente.
Pero hay un tercer grupo que prefiere trapichear con ellos y aparentar ante los demás que alguna de sus fantasías son una realidad. Todos tenemos un yo personal, privado, que define nuestra identidad y un yo social, el traje con el que nos presentamos en el mundo. El problema surge cuando se produce una modificación del concepto de uno mismo en respuesta a las expectativas sociales, en definitiva, ¡perdemos la propia identidad!.
TIPOS DE 'APARENTONES'
Aparentar es divertido a veces.
Quién no ha estado horas delante del espejo para aparecer ante el chico o la chica de turno con aire de "me he puesto lo primero que he pillado"?
En el coqueteo todos queremos parecer un poco más guapos, listos y carismáticos para enamorar, porque al principio, el amor es ciego.
Con el curriculum, la cosa se pone más seria, y "ponerlo guapo" te puede costar la carrera. Lo que aparentamos viene marcado por los estereotipos sociales que definen lo que "se lleva" cada temporada en el mundo de las apariencias.
Fugarse de la realidad es la estrategia de afrontamiento de estos tres 'aparentones':
Los patitos feos: aparentar para gustar Viven bajo la presión que supone la necesidad de gustarle a todo el mundo, de ser aceptados siempre y en todo lugar. Están enfermos de "majismo", tienen una herida narcisista, que les lleva a querer mostrar sólo su mejor cara y evitar cualquier conflicto.
En su yo privado suelen probar un sentimiento de vergüenza que les hace sentir inadecuados en sí mismos o les atrapa la emoción de la culpa, al creer que no saben hacer las cosas. Este duro escrutinio autocrítico se activa cuando se sienten expuestos a la mirada del otro y les lleva a desaparecer detrás de una máscara de perfección.
Los patitos feos suelen decir a menudo "no me importa" "no quiero líos" "no quiero que me vean como realmente soy" para justificar que detrás de las apariencias están renunciando a ser ellos mismos.
Psicosolución: cuando se tapa la vergüenza, ésta se muestra con más fuerza, por lo tanto, la única manera de liberarse es comenzar a tener presencia y voz para expresar "quien soy".
Esto, en lugar de entregarnos al poder de juzgarnos de los otros, ayuda a aprender a poner límites a los que les gusta machacar al prójimo. Los pavos reales: aparentar para impresionar Tenemos un verbo para ellos: pavonearse, que identifica a los enfermos de vanidad. Necesitan la admiración del prójimo, para lo cual despliegan todo su potencial ante los demás, como lo hace el pavo real con su deslumbrante cola. El vanidoso tiene la autoestima baja pero no lo sabe. Suelen venir a terapia por crisis de ansiedad o ataques de pánico debido a la presión a la que se someten a sí mismos para cubrir sus propios estándares o porque las críticas les dejan devastados dada su vulnerabilidad narcisista.
Psicosolución: cuando aceptan la idea de que tienen virtudes y defectos y que no es posible gustarle a todo el mundo se relajan. Hace años leí una estadística que decía que no le vamos a gustar al 15% de las personas que nos encontremos en esta vida, hagamos lo que hagamos, así que mejor no perder el tiempo en convencerlos.Los gallos de pelea: aparentar para dominar Su enfermedad es la soberbia. Necesitan sentirse superiores a los demás y a ser posible el número uno del corral. No por un espíritu sano de competitividad, sino porque creen que los demás no le llegan ni a la suela de los zapatos. También pueden aparentar para manipular, vestirse de víctimas necesitadas para obtener algún beneficio (en el fondo consideran que los demás son unos bobalicones). Su postura narcisista les hace vulnerables porque necesitan compararse constantemente para sentir que ganan.
Psicosolución: si eres narcisista creerás que no te pasa nada, los defectos siempre están en los otros, pero, si ya has notado que tienes hartos a los que te rodean, ha llegado el momento de centrar la atención en los puntos que te unen con el prójimo más que en las diferencias. Finalmente, si tienes frente a ti a alguna de estas "aves" lo mejor es ignorarlas, si no les haces caso acabarán por buscar la atención en otro lado. Después de todo, en el vicio va su penitencia. "Las piruletas se derriten. Los globos se desinflan. El hombre espera" (Martin Levine).
Patologías de las apariencias
Es difícil escapar del mundo de las apariencias y de la tiranía de los estereotipos hoy en día. La figura en auge del prescriptor profesional - el influencer- nos orienta sobre lo que hay que ser, hacer o tener, para ser "trend".
Deben su popularidad al hecho de que tienen miles de seguidores que imitan lo que dicen y hacen. Puede ser entretenido ver lo que otros proponen, pero no está exento de riesgos. Si se nos va la mano podemos caer en la megalomanía, convertirse en personas que viven en un mundo exagerado con fantasías delirantes de éxito, belleza, influencia o poder. El histrionismo, la necesidad de llamar constantemente la atención y hacer mucho ruido emocional en todo momento. Están tan pendientes de su imagen pública que su vida parece un teatrillo y sus sentimientos, superficiales e impostados, como los de un mal actor. La depresión y la ansiedad acechan detrás de las personas que desconectadas de sí mismas persiguen modelos exigentes que no les hacen felices. Hoy sabemos que la humildad es una fortaleza: nos sentimos mejor si no necesitamos buscar la atención de los demás, ni estar mostrando los logros para ser admirados o respetados. La modestia, no es una debilidad sino el pasaporte a la serenidad y una ventana abierta hacia la auténtica conexión con uno mismo.
elmundo.es
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