En el mensaje previo a la Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad de Roma y al mundo) de este día de Navidad de 2018, el Papa Francisco pidió una Navidad fraterna que ponga fin a los diferentes conflictos que afligen a numerosos pueblos y naciones.
Ante una Plaza de San Pedro llena de fieles, peregrinos y turistas, el Pontífice, desde la logia de la Basílica Vaticana, reservada para las grandes ocasiones, citó algunos de los principales conflictos y crisis que se desarrollan en la actualidad en el mundo: el conflicto palestino-israelí, la guerra en Siria, la guerra en Yemen, el hambre en África, las tensiones en la Península coreana, la división social en Venezuela, la guerra en Ucrania y la violencia en Nicaragua.
Dirigió “un recuerdo particular a nuestros hermanos y hermanas que celebran la Natividad del Señor en contextos difíciles, por no decir hostiles, especialmente allí donde la comunidad cristiana es una minoría, a menudo vulnerable o no considerada. Que el Señor les conceda, a ellos y a todas las comunidades minoritarias, vivir en paz y que vean reconocidos sus propios derechos, sobre todo a la libertad religiosa”.
El Papa explicó que la fraternidad es el mensaje universal de la Navidad, porque el Niño nacido de la Virgen María “nos dice que Dios es Padre bueno y nosotros somos todos hermanos. Esta verdad está en la base de la visión cristiana de la humanidad”.
“Sin la fraternidad que Jesucristo nos ha dado, nuestros esfuerzos por un mundo más justo no llegarían muy lejos, e incluso los mejores proyectos corren el riesgo de convertirse en estructuras sin espíritu”.
Por eso, “mi deseo de feliz Navidad es un deseo de fraternidad. Fraternidad entre personas de toda nación y cultura. Fraternidad entre personas con ideas diferentes, pero capaces de respetarse y de escuchar al otro. Fraternidad entre personas de diversas religiones. Jesús ha venido a revelar el rostro de Dios a todos aquellos que lo buscan”.
Así, “con su encarnación, el Hijo de Dios nos indica que la salvación pasa a través del amor, la acogida y el respeto de nuestra pobre humanidad, que todos compartimos en una gran variedad de etnias, de lenguas, de culturas…, pero todos hermanos en humanidad”.
Por lo tanto, destacó Francisco, “nuestras diferencias no son un daño o un peligro, son una riqueza”.
Culminando su mensaje:
Que el Niño pequeño y con frío que contemplamos hoy en el pesebre proteja a todos los niños de la tierra y a toda persona frágil, indefensa y descartada. Que todos podamos recibir paz y consuelo por el nacimiento del Salvador y, sintiéndonos amados por el único Padre celestial, reencontrarnos y vivir como hermanos.
aciprensa
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