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viernes, 4 de enero de 2019
Cuando Sigmund Freud perdió a su hija Sophie
Posted By: CLAUDIA CORIN - enero 04, 2019Cuando Sigmund Freud perdió a su hija Sophie le escribió una carta a su amigo y colega Ludwig Binswanger. En ella le explicó que en cierto modo el dolor, era una forma de seguir aferrado al amor y como tal, era mejor no desprenderse del todo de él.
Cuando Sigmund Freud perdió a su hija Sophie se vio obligado a cambiar muchas de sus teorías sobre el duelo. Tuvo plena consciencia de que ese dolor, ese vacío, no se borraría nunca. Podría debilitarse con el tiempo, pero no olvidarse. A su vez, entendió que no existían refugios donde poder aliviar el sufrimiento, porque la muerte de un hijo era, a su parecer, algo inconcebible.
Sophie Freud era la quinta hija de Sigmund Freud y Sophie Halberstad. Nació un 12 de abril de 1893 y casi de inmediato se convirtió en la favorita de su padre. Aquella niña, casi sin saber por qué, ablandó el carácter tiránico y patriarcal del padre del psicoanálisis. Era bella, resuelta y decidida siempre a seguir su propia voluntad más allá de lo que determinara su entorno.
Se caso a los 20 años con Max Halberstadt, fotógrafo y retratista de Hamburgo. Aquel muchacho de treinta años no era rico, tampoco distinguido ni tenía demasiada proyección, con lo cual Sigmund Freud fue consciente de que su hija podía pasar alguna que otra necesidad. No obstante, no se opuso a aquel enlace y le hizo prometer a su hija que lo mantendría al día de sus problemas y preocupaciones.
La joven Sophie así lo hizo. Nadie podría augurar que la felicidad de la favorita de Freud no duraría demasiado, y que solo seis años después de aquel enlace acabaría falleciendo.
“Trabajo todo lo que puedo, y estoy agradecido por lo que tengo. Pero la pérdida de un hijo parece ser una lesión grave. Lo que se conoce como duelo probablemente durará mucho tiempo”.
Un año después del enlace entre Sophie y Max Halberstadt nace Ernst Wolfgang. El propio Sigmund Freud se siente fascinado por el pequeño, y como tal no duda en escribirle sobre aquel nacimiento a su colega Karl Abraham:
“Mi nieto Ernst es un pequeño y encantador compañero que se ríe de manera atractiva cuando uno le presta atención. Es una criatura decente y valiosa en estos tiempos donde solo crece la bestialidad desatada”
Recordemos que la Primera Guerra Mundial ronda ya por Europa. Sigmund Freud fue una de las primeras figuras que alertaron sobre ese pensamiento desconcertante y brutal que estaba germinando incluso en su Viena natal. No obstante, su círculo personal y familiar no se vería afectado hasta que llegó Hitler al poder en 1933.
Hasta entonces, Freud siguió desarrollando su labor mientras seguía el intercambio epistolar con su hija Sophie. El 8 de diciembre de 1918 nació su segundo nieto, Heinz. Fue entonces cuando la joven le comentó a su padre que atravesaban problemas económicos y que la llegada de ese segundo hijo era una bendición… pero también un problema.
Freud no dudó nunca en ofrecerle la ayuda que necesitaba. Asimismo, tal y como podemos leer en Cartas a sus hijos, también le ofrecía a su hija consejos sobre los métodos anticonceptivos de la época. No obstante, no parecieron ser eficaces porque un año después Sophie estaba embarazada de nuevo.
Cuando Sophie le escribe a su padre anunciándole con temor ese tercer embarazo no deseado, su padre le responde lo siguiente:
Si crees que la noticia me tiene muy enfadado o consternado, te equivocas. Acepta este bebé, no te desilusiones. En unos días te llegará el pago de una parte de mis nuevas ediciones.
Ahora bien, en 1920 Europa es víctima de la gripe española y Sophie, muy debilitada por ese tercer embarazo, acaba siendo ingresada en enero de ese mismo año. Fallece a los pocos días por una infección. Cuando Sigmund Freud perdió a su hija Sophie, escribió sobre el impacto de aquella vivencia.
Explicaba, por ejemplo, que no pudo encontrar transporte para estar junto a ella en sus últimos días. Lo único que pudo hacer es ir a su entierro y asumir una pérdida a la que no le encuentra sentido ni explicación. No obstante, lo más llamativo acontece nueve años después de aquella pérdida. En una carta que le escribe a uno de sus mejores amigos y colegas Ludwig Binswanger, queda constancia de que aún no ha podido superar aquella vivencia.
“Sabemos que el dolor agudo que sentimos después de una pérdida seguirá su curso, pero también permanecerá inconsolable y nunca encontraremos un sustituto. No importa lo que suceda, no importa lo que hagamos, el dolor siempre está ahí. Y así es como debería ser. Es la única forma de perpetuar un amor que no queremos abandonar”.
En Cartas a sus hijos podemos leer incluso las misivas que Freud y el doctor Arthur Lippmann del hospital de Hamburgo se enviaron después de la muerte de Sophie a los 26 años. En ella, el padre del psicoanálisis lamentaba que la medicina no pudiera disponer aún de métodos anticonceptivos eficaces. Aún más, en esas cartas lamentaba incluso lo que él llamaba “una ley necia e inhumana que obligaba a las mujeres a continuar con embarazos no deseados”.
Cuando Sigmund Freud perdió a su hija Sophie intentó llevar el duelo a su manera y lo alargó durante más de 10 años, hasta el punto de tener que reformular ese concepto en sus teorías.
Finalmente tuvo que asumir que a la hora de afrontar las pérdidas podía experimentarse tanto tristeza como melancolía, y que ambos estados eran aceptables. Incluso el propio dolor suponía un reto compatible con la supervivencia. Era (y es) ese lazo obstinado que uno se niega a abandonar porque se alza como un modo de seguir aferrado al amor de un ser querido.
lavidaesmaravillosa
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