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miércoles, 10 de abril de 2019
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Santoral: 10; 11 y 12 de Abril
Posted By: CLAUDIA CORIN - abril 10, 201910 de Abril
Los Mártires Colombianos de la
Comunidad de San Juan de Dios (año 1936)
Desde 1934 estalló en España una horrorosa persecución contra los católicos, por parte de los comunistas y masones y de la extrema izquierda. Por medio del fraude y de toda clase de trampas fueron quitándoles a los católicos todos los puestos públicos. En las elecciones, tuvo el partido católico medio millón de votos más que los de la extrema izquierda, pero al contabilizar tramposamente los votos, se les concedieron 152 curules menos a los católicos que a los izquierdistas.
La persecución anticatólica se fue volviendo cada vez más feroz y terrorífica. En pocos meses de 1936 fueron destruidos en España más de mil templos católicos y gravemente averiados más de dos mil.
Desde 1936 hasta 1939, los comunistas españoles asesinaron a 4,100 sacerdotes seculares; 2,300 religiosos; 283 religiosas y miles y miles de laicos. Todos por la sola razón de pertenecer a la Iglesia Católica.
Las comunidades que más mártires tuvieron fueron: Padres Claretianos: 270. Padres Franciscanos 226. Hermanos Maristas 176. Hermanos Cristianos 165. Padres Salesianos 100. Hermanos de San Juan de Dios 98.
En 1936 los católicos se levantaron en revolución al mando del General Francisco Franco y después de tres años de terribilísima guerra lograron echar del gobierno a los comunistas y anarquistas anticatólicos, pero estos antes de abandonar las armas y dejar el poder cometieron la más espantosa serie de asesinatos y crueldades que registra la historia. Y unas de sus víctimas fueron los siete jóvenes colombianos, hermanos de la Comunidad de San Juan de Dios, que estaban estudiando y trabajando en España.
Eran de origen campesino o de pueblos religiosos y piadosos. Muchachos que se habían propuesto desgastar su vida en favor de los que padecían enfermedades mentales, en la comunidad que San Juan de Dios fundó para atender a los enfermos más abandonados. La Comunidad los había enviado a España a perfeccionarse en el arte de la enfermería y ellos deseaban emplear el resto de su vida en ayudar de la mejor manera posible a que los enfermos recobraran su salud mental y física y sobre todo su salud espiritual por medio de la conversión y del progreso en virtud y santidad.
Sus nombres eran: Juan Bautista Velásquez, de Jardín (Antioquía) 27 años. Esteban Maya, de Pácora Caldas, 29 años. Melquiades Ramírez de Sonsón (Antioquía) 27 años. Eugenio Ramírez, de La Ceja (Antioquía) 23 años. Rubén de Jesús López, de Concepción (Antioquía) 28 años. Arturo Ayala, de Paipa (Boyacá) 27 años y Gaspar Páez Perdomo de Tello (Huila) 23 años.
Hacía pocos años que habían entrado en la Congregación y en España sólo llevaban dos años de permanencia. Hombre totalmente pacíficos que no buscaban sino hacer el bien a los más necesitados. No había ninguna causa para poderlos perseguir y matar, excepto el que eran seguidores de Cristo y de su Santa Religión. Y por esta causa los mataron.
Estos religiosos atenían una casa para enfermos mentales en Ciempozuelos cerca de Madrid, y de pronto llegaron unos enviados del gobierno comunista español (dirigido por los bolcheviques desde Moscú) y les ordenaron abandonar aquel plantel y dejarlo en manos de unos empleados marxistas que no sabían nada de medicina ni de dirección de hospitales pero que eran unas fieras en anticleralismo.
A los siete religiosos se los llevaron prisioneros a Madrid.
Cuando al embajador colombiano le contaron la noticia, pidió al gobierno que a estos compatriotas suyos por ser extranjeros los dejaran salir en paz del país, y les envió unos pasaportes y unos brazaletes tricolores para que los dejaran salir libremente. Y el Padre Capellán de las Hermanas Clarisas de Madrid les consiguió el dinero para que pagaran el transporte hacia Colombia, y así los envió en un tren a Barcelona avisándole al cónsul colombiano de esa ciudad que saliera a recibirlos. Pero en el tiquete de cada uno los guardas les pusieron una señal especial para que los apresaran.
El Dr. Ignacio Ortiz Lozano, Cónsul colombiano en Barcelona describió así en 1937 al periódico El Pueblo de San Sebastián cómo fueron aquellas jornadas trágicas: "Este horrible suceso es el recuerdo más doloroso de mi vida. Aquellos siete religiosos no se dedicaban sino al servicio de caridad con los más necesitados. Estaban a 30 kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos, cuidando locos. El día 7 de agosto de 1936 me llamó el embajador en Madrid (Dr. Uribe Echeverry) para contarme que viajaban con un pasaporte suyo en un tren y para rogarme que fuera a la estación a recibirlos y que los tratara de la mejor manera posible. Yo tenía ya hasta 60 refugiados católicos en mi consulado, pero estaba resuelto a ayudarles todo lo mejor que fuera posible. Fui varias veces a la estación del tren pero nadie me daba razón de su llegada. Al fin un hombre me dijo: "¿Usted es el cónsul de Colombia? Pues en la cárcel hay siete paisanos suyos".
Me dirigí a la cárcel pero me dijeron que no podía verlos si no llevaba una recomendación de la FAI (Federación Anarquista Española). Me fui a conseguirla, pero luego me dijeron que no los podían soltar porque llevaban pasaportes falsos. Les dije que el embajador colombiano en persona les había dado los pasaportes. Luego añadieron que no podían ponerlos en libertad porque la cédula de alguno de ellos estaba muy borrosa (Excusas todas al cual más de injustas y mentirosas, para poder ejecutar su crimen. La única causa para matarlos era que pertenecían a la religión católica). Cada vez me decían "venga mañana". Al fin una mañana me dijeron: "Fueron llevados al Hospital Clínico". Comprendí entonces que los habían asesinado. Fue el 9 de agosto de 1936.
Aterrado, lleno de cólera y de dolor exigí entonces que me llevaran a la morgue o depósito de cadáveres, para identificar a mis compatriotas sacrificados.
En el sótano encontré más de 120 cadáveres, amontonados uno sobre otro en el estado más impresionante que se puede imaginar. Rostros trágicos. Manos crispadas. Vestidos deshechos. Era la macabra cosecha que los comunistas habían recogido ese día.
Me acerqué y con la ayuda de un empleado fui buscando a mis siete paisanos entre aquel montón de cadáveres. Es inimaginable lo horrible que es un oficio así. Pero con paciencia fui buscando papeles y documentos hasta que logré identificar cada uno de los siete muertos. No puedo decir la impresión de pavor e indignación que experimenté en presencia de este espectáculo. Los ojos estaban desorbitados. Los rostros sangrantes. Los cuerpos mutilados, desfigurados, impresionantes. Por un rato los contemplé en silencio y me puso a pensar hasta qué horrores de crueldad llega la fiera humana cuando pierde la fe y ataca a sus hermanos por el sólo hecho de que ellos pertenecen a la santa religión.
Redacté una carta de protesta y la envié a las autoridades civiles. Después el gobierno colombiano protestó también, pero tímidamente, por temor a disgustar aquel gobierno de extrema izquierda.
En aquellos primero días de agosto de 1936, Colombia y la Comunidad de San Juan de Dios perdieron para esta tierra a siete hermanos, pero todos los ganamos como intercesores en el cielo. En cada uno de ellos cumplió Jesús y seguirá cumpliendo, aquella promesa tan famosa: "Si alguno se declara a mi favor ante la gente de esta tierra, yo me declararé a su favor ante los ángeles del cielo".
Estos son los primeros siete beatos colombianos. Los beatificó el Papa Juan Pablo II en 1992. Y ojalá sean ellos los primeros de una larguísima e interminable serie de amigos de Cristo que lo aclamen con su vida, sus palabras y sus buenas obras en este mundo y vayan a hacerle compañía para siempre en el cielo.
11 de Abril
San Estanislao
Obispo y mártir (año 1079)
Es un santo muy estimado y honrado en Polonia, su patria.
Nació cerca de Cracovia, en el año 1030. Sus padres llevaban treinta años de casados sin lograr tener hijos y consideraron el nacimiento de Estanislao como un verdadero regalo de Dios. Lo educaron lo más piadosamente que pudieron.
Estudió en Polonia y en París y ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia (que es la segunda ciudad de Polonia) fue nombrado Párroco de la catedral. Se distinguió por su gran elocuencia, por los impresionantes ejemplos de vida santa que brindaba a todos con su buen comportamiento y por la reforma de costumbres que lograba conseguir con sus predicaciones y con su dirección espiritual.
El señor obispo deseaba que Estanislao fuera su sucesor, pero él no aceptaba ser obispo porque se creía indigno de tan alta dignidad. Sin embargo al morir el prelado, el pueblo lo aclamó como el más digno para ejercer el obispado, el cual ejerció por siete años, desde el año 1072, hasta el años de su muerte, en 1079.
Era muy estricto en exigir a cada sacerdote el cumplimento exacto de sus deberes sacerdotales. Visitaba cada año a todas las parroquias y dedicaba mucho tiempo a la predicación y a la instrucción del pueblo. Su palacio episcopal vivía lleno de pobres, porque jamás negaba ayudas a los necesitados. Tenía la lista de las familias que estaban pasando por situaciones económicas más penosas, para enviarles sus generosas ayudas.
El rey de Polonia Boleslao, era un valiente guerrero pero se dejaba dominar demasiado por sus pasiones. Al principio se entendía muy bien con el obispo Estanislao, pero luego empezó a cometer faltas muy graves que escandalizaban y daban muy mal ejemplo al pueblo y entonces el obispo tuvo que intervenir fuertemente. San Estanislao recordaba muy bien aquel mandato de San Pablo "Es necesario reprender, aconsejar y hasta amenazar, con toda paciencia y doctrina, porque llega el tiempo en que los hombres arrastrados por sus propias pasiones ya no quieren oír las doctrinas verdaderas, sino las falsedades" (2 Tim. 4,2).
Este santo obispo era de carácter amable y humilde, pacífico y amigo de arreglar todos los asuntos por las buenas. Trataba de ser severo consigo mismo pero totalmente comprensivo con los demás. Era un alma que jamás demostraba orgullo y ponía gran cuidado para no dejarse dominar por la ira. Siempre estaba en disposición para ayudar a los necesitados. Pero conocía muy bien la famosa frase del profeta Isaías: "Ay de los jefes espirituales que sean como perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar en el campo del Señor". Y él no quería ser perro mudo que se queda sin dar la voz de alerta ante los enemigos y los peligros.
Varias veces había corregido a Boleslao cuando éste cometía crueldades o injusticias y el rey había mostrado cierto arrepentimiento y deseos de corregirse. Pero de pronto la medida de sus maldades rebosó cuando Boleslao se robó una mujer casada para llevársela como concubina a su palacio. Las gentes se escandalizaron. Ninguno de los altos empleados se atrevía a corregir al rey escandaloso. Y pidieron al obispo que se arriesgara a llamarle la atención al terrible monarca.
Estanislao se presentó valerosamente ante el rey le echó en cara el pecado tan escandaloso que estaba cometiendo, y el pésimo ejemplo que estaba dando a todo ese pueblo tan católico. Boleslao se hizo el sordo y no le quiso hacer caso y entonces el obispo con toda la autoridad de su cargo lo amenazó con terribles castigos si no se arrepentía de su pecado impuro y no dejaba aquella mala amistad.
Boleslao creyó que el obispo no iba a proceder tan fuertemente, y se atrevió a asistir a una misa en la catedral. Pero Estanislao mandó suspender la misa porque no aceptaba que un pecador tan rebelde y escandaloso estuviera allí dando mal ejemplo a todos. Entonces estalló ferozmente la ira del sanguinario rey.
Boleslao se propuso vengarse y un 11 de abril mientras San Estanislao estaba celebrando la Santa Misa, mandó el furibundo rey a sus soldados a que lo mataran allí mismo en el altar. Los soldados volvieron al atrio diciéndole que no se habían atrevido a tocar a aquel hombre de Dios que aparecía rodeado de resplandores. Entonces el mismo Boleslao subió al altar y con sus propias manos asesinó al santo obispo el 11 de abril del año 1079. Fue un crimen que nunca pudo olvidar y que lo atormentó día y noche durante todo el resto de su vida.
El rey hizo que el cadáver del santo quedara en el campo sin sepultar, para que lo devoraran los cuervos. Pero entonces aparecieron dos águilas que no dejaron que ningún gallinazo se acercara al cuerpo del difunto. Hasta que llegaron unos devotos fervorosos y le dieron santa sepultura, en la capilla de San Miguel.
Desde entonces las cosas comenzaron a suceder cada día más de mal en peor para el rey Boleslao que tuvo que llorar muy amargamente el crimen tan espantoso que cometió. El pueblo empezó a venerar como a un gran santo a Estanislao, y el Papa Inocencio lo canonizó, o sea lo declaró santo en el año 1253.
San Estanislao, pídele a Dios que haya muchos obispos y sacerdotes que como tú a imitación de San Juan Bautista que se atrevió a enfrentársele al rey Herodes y decirle: "No te es permitido vivir con una mujer que no es tu esposa", y no dejó de decírselo aunque esto le llevó a ser asesinado por orden de tan malvado rey, que así también en este tiempo siempre haya muchos valerosos sacerdotes y obispos que se atrevan a oponerse a los que dan escándalo y mal ejemplo, aunque esto los lleve a ser perseguidos y sufrir martirios.
Y a los que se atreven a atacar a los enviados de Dios, que no olviden las palabras del libro Santo: "No toquéis a mis ungidos. No hagáis daño a los que Yo envío para comunicar mis mensajes (Salmo 105). Porque el que ataca a uno de mis enviados, es como si me hiriera a Mí en la pupila de mis ojos, dice el Señor".
12 de Abril
San Julio I
Papa No. 35 de la Iglesia Católica
Nació en Roma, Italia, en fecha desconocida, se conocen pocos datos de su vida antes de la elección como Sumo Pontífice.
Su pontificado es recordado principalmente por su firme y juiciosa intervención en las controversias arrianas. Fijó para la Iglesia de Oriente la solemnidad de Navidad el 25 de diciembre en vez del 6 de enero, junto con la Epifanía. Se le considera el fundador del archivo de la Santa Sede, porque ordenó la conservación de los documentos.
Frente a los ataques de los arrianos, custodió valientemente la fe del Concilio de Nicea, defendió a San Atanasio, perseguido y exiliado, y reunió el Concilio de Sárdica.
La lealtad a la fe y la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos fueron sus ejes en toda la controversia posnicena contra el arrianismo. Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.
Fue elegido papa el 6 de febrero de 337, después de 8 meses de sede vacante después de la muerte del Papa Marcos. Dentro de sus primeras actuaciones estuvo la lucha contra el arrianismo quien le acompañó en todo su reinado.
A la muerte del Emperador Constantino, regresan a sus respectivas diócesis los obispos que se encontraban en el destierro, dentro de ellos el obispo Atanasio quien vuelve a su sede de Alejandría, sin embargo los arrianos habían elegido obispo de esa sede a Pisto comenzando así las intrigas y el conflicto, al que pone fin Julio favoreciendo a Atanasio.
Los arrianos enviaron al Papa Julio una embajada pidiéndole que admitiera a Pisto a la comunión con Roma, enviando además las decisiones del Concilio de Tiro en el año 335 probando que la destitución de Atanasio era válida. Este último por su parte envió mensajeros a Roma para entregar una carta sinodal al papa.
Eusebio de Nicomedia, Patriarca arriano con sede en Constantinopla, envía una embajada a Roma solicitando del papa la convocatoria de un sínodo. Por su parte, Atanasio -recuperadas ya sus facultades de gobierno- ha reunido un importante sínodo y manda al papa las actas que condenan decididamente el arrianismo y una más explícita profesión de fe católica. Julio I, informado por ambas partes, convoca el sínodo pedido por los arrianos. Pero estos no envían representantes y siguen cometiendo tropelías.
A la muerte de Eusebio, es sucedido por Acacio en el arrianismo, un nuevo sínodo arriano celebrado en Antioquía, depone a Atanasio y es nombrado en su lugar Gregorio de Capadocia en lugar de Pisto y Atanasio vuelve de nuevo al exilio partiendo hacia Roma donde es recibido por el papa junto a Marcelo de Ancira.
Se lleva a cabo entonces la convocatoria del sínodo en el otoño del año 341, al que los arrianos continúan sin asistir a pesar de haberlo solicitado, siendo considerados por el papa como rebeldes. En dicho sínodo, son declarados inocentes Atanasio y Marcelo de Ancira, mandando el Papa una encíclica a los obispos de Oriente donde comunicaba el resultado y añadía paternalmente algunas amonestaciones, al tiempo que mantenía la primacía y autoridad de la Sede Romana.
Continúan los arrianos en rebeldías y revueltas, y en el propio año reúnen un nuevo sínodo en Antioquía reiterando la condena a Atanasio. El Papa Julio entonces decide convocar un concilio universal con el apoyo de los emperadores Constancio y Constante, hijos de Constantino quienes demuestran estar de acuerdo con el encuentro de obispos arrianos y católicos. Dicho concilio fue celebrado en Sárdica actual Sofía, ciudad principal de la provincia de la Dacia Mediterránea, en el otoño del año 343. Julio envió como sus representantes a los sacerdotes Arquidamo y Filóxeno y al diácono León.
En este concilio se establecieron unos cánones para la reforma de la disciplina eclesiástica en línea con el Concilio de Nicea, y se afirmó un concepto que sentaría la base de la consolidación de la posición preeminente de la sede de Roma en materia disciplinaria, jurídica y de fe: se estableció que toda decisión tomada por concilios o por individuales sedes episcopales, fuera ratificada por Roma, y sólo entonces asumiría valor definitivo.
Fueron los obispos arrianos los primeros en llegar, dirigidos por Osio, obispo de Córdoba y consejero del emperador, sin esperar la llegada de los católicos dan inicio al concilio renovando la exclusión de Atanasio y los obispos católicos, lo que provoca que los legados que dan legitimidad al congreso se nieguen a tomar parte en la deliberación y convoquen a otro sínodo en Philipópolis, haciendo allí otra nueva profesión de fe y renovando la condenación de Atanasio.
Se celebra por fin el verdadero Concilio en Nicea, en el que se declara la inocencia de Atanasio sin embargo no es repuesto en su cargo hasta la muerte de Gregorio de Capodocia. Los obispos Ursacio de Singidunum y Valens de Mursia, quienes debido a su arrianismo habían sido depuestos por el Concilio de Sárdica, hicieron una retractación formal de su error ante el Papa, quien, les citó a una audiencia y después de recibir una confesión de fe firmada, los restauró a sus sedes episcopales.
Altar de San Valentín
El propio Julio escribió a los obispos de oriente las siguientes palabras:
«Cuando surjan cuestiones, según la costumbre, en primer lugar hay que escribir a nosotros para que, con justicia, resolvamos el problema»
Estas continuas posturas se hicieron necesarias en consideración de los reiterados intentos de ingerencia por parte del poder imperial, en cuestiones a menudo estrictamente religiosas.
Durante el reinado de Julio I hubo un incremento del número de creyentes en Roma, se erigieron dos nuevas basílicas: la iglesia titular de Julio, actualmente Santa María en Trastevere y la Basílica Julia en la actualidad la Iglesia de los Doce Apóstoles. Además de éstas, se construyeron tres iglesias sobre cementerios fuera de las murallas de Roma: una en la carretera a Porto, otra en la Vía Aurelia y la tercera en la Vía Flaminia en la tumba del mártir San Valentín.
En los 15 años de papado de Julio I, sobresalió su gobierno leal. La lealtad a la fe y la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos fueron sus ejes en toda la controversia posnicena contra el arrianismo.
Murió el 12 de abril del año 352 en Roma, Italia. Su cuerpo yace en la iglesia romana de Santa María en Trastevere.
EWTN
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