viernes, 31 de mayo de 2019

Los cambios en nuestra dieta hace miles de años, nos habrían permitido pronunciar la "f" y la "v"

Posted By: CLAUDIA CORIN - mayo 31, 2019

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Hablaríamos los mismos idiomas si nuestros ancestros no hubiesen pasado de nómades recolectores a sedentarios agricultores? 
Probablemente no. 

A primera vista se podría pensar que ambos sucesos no tienen relación alguna, pero un estudio publicado en la revista Science hace algunas semanas, comprobó que los cambios en la dieta de nuestros antepasados fueron mucho más que un simple hecho aislado.

Tanto la agricultura como el desarrollo de tecnologías para cocinar los alimentos, provocaron la modificación en la dentición que permitió pronunciar nuevos fonemas. Palabras como “familia”, “famiglia” o “family”, no podrían ser pronunciadas si “f” no existiera. Este sonido está presente en la mitad de las lenguas habladas en el mundo y surgió recientemente, se cree que hace 8.000 años, gracias a la adopción de la dieta blanda. Cómo así?

En el periodo Neolítico (nueva edad de piedra), los considerados “humanos modernos” pasaron de ser nómades a sedentarios y comenzaron a consumir nuevos alimentos, como la leche y sus derivados. También desarrollaron nuevas tecnologías para poder cultivar y preparar los alimentos: mortero para moler, cuenco de greda para beber y diversas herramientas de metal para cortar carnes y verduras.

Estos cambios, asegura el estudio, fueron los que modificaron la mordida humana; la forma en que ponemos los dientes una vez que cerramos la mandíbula, fue la que permitió que desarrolláramos nuevos sonidos como la “f” y la “v”, que son sonidos labiodentales.

“Hemos logrado asociar el origen de estos fonemas a la transición global de la dieta humana hacia una alimentación más blanda. En muchas poblaciones prehistóricas y en todas las del pre-Holoceno, la dieta modeló la mordida en los adultos”, afirmó el científico Damián Blasi, de la Universidad de Zurich y coautor del estudio.

El investigador también señaló que las labiodentales podrían haber sido un signo de estatus, señalando una dieta más blanda y por lo tanto, riqueza. Lo que es parte de las conjeturas del estudio realizado, ya que hasta el momento se consideraba que la variedad de fonemas que componen nuestro sistema de habla, se habían establecido con la aparición del homo sapiens, hace 30.000 años, y se habían mantenido sin alteraciones hasta la actualidad, sin considerar cambios biológicos o de alimentación.

Los investigadores de la Universidad de Zurich, quisieron rescatar la idea del lingüista Charles Hockett, quien en 1985 había postulado que los sonidos “f” y “v” se encuentran mayormente en sociedades más industrializadas, con acceso a alimentos más blandos, por lo que debían haber sido añadidas recientemente al lenguaje. Hipótesis que fue desestimada en esa época por la comunidad de lingüistas.

A pesar de esto, a lo largo del tiempo los investigadores comenzaron a descubrir que mediante procesos graduales, la dieta podría determinar la forma que adquiere la mordida del ser humano.

Los científicos trabajaron durante cinco años, analizando miles de idiomas y recopilando datos sobre la mordida humana y la distribución de los sonidos labiodentales en relación a la alimentación de cada sociedad. Esto, gracias a simulaciones computacionales de distintas bocas con formas variadas y técnicas de paleoantropología, lingüística, ciencia del lenguaje y biología evolutiva.

“Vimos que las poblaciones con una larga tradición de dietas blandas y de tecnologías de preparación de alimentos eran precisamente las que solían poseer sonidos labiodentales”, señaló Blasi.

Finalmente, descubrieron que la dieta de los cazadores y recolectores producía que durante la edad adulta, la mordida profunda que habían tenido de niños, cambiara a una llamada “de borde a borde”, es decir, en la que los dientes frontales inferiores topan con los superiores. Sin embargo, con una dieta blanda la primera oclusión puede continuar hasta la adultez.

Y, con este tipo de mordida profunda, la pronunciación de los sonidos labiodentales se facilita aproximadamente en un 30%, por lo que cada vez más sonidos de este tipo pudieron haber sido incluidos al lenguaje a lo largo de los años. 

Si ponemos los dientes parejos en lugar de como normalmente están, cerrados superiores sobre inferiores, podremos notar la dificultad o nula posibilidad de pronunciar los sonidos “f” y “v”. Impresionante no? Ese mismo impedimento tenían los seres humanos de sociedades que aún desconocían la dieta blanda.

“El modelo que hemos desarrollado nos da una herramienta muy poderosa para entender la evolución del lenguaje y cuándo surgen diferentes sonidos en las lenguas del mundo”, comentó a NYT Steven Moran, lingüista y coautor del estudio.

Otros lingüistas señalaron que el estudio se basa en supuestos no comprobados, como en qué medida estos pequeños cambios de la mordida pueden influir sobre los sonidos, el tipo de errores que se podrían producir en el estudio, la edad en la que se desgastan los dientes de los cazadores recolectores y la idea de que la agricultura es una variable útil en el estudio de la dieta. Tampoco se aborda la participación de los factores cognitivos.

“Qué ocurrió primero? Los cambios en el lenguaje o los cambios en el cerebro?”, preguntó Jordi Marcé-Nogué, quien no participó en esta investigación y trabaja estudiando la evolución de la mandíbula de los primates para la Universidad de Hamgurgo en Alemania.

Otros fueron menos críticos, pero señalaron la necesidad de considerar otros aspectos en la investigación. Uno de ellos fue Adam Albright, lingüista del Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien comentó: “Aquí el riesgo es la inclinación a concentrarse en los beneficios positivos o lo que obtienen las personas en sociedades agrícolas, en vez de considerar también los beneficios que podrían tener los individuos de las sociedades de cazadores recolectores”.

A futuro, se espera que las investigaciones también indaguen sobre los sonidos que pudieron haberse perdido en el cambio hacia los alimentos más blandos. Cuando cambiamos nuestra mordida de borde a borde, "obtuvimos nuevos sonidos, pero tal vez no fue tan bueno para nosotros […] Nuestras mandíbulas inferiores son más cortas, hemos impactado las muelas del juicio, más aglomeraciones y cavidades", dijo Moran.

No deja de ser impresionante que un pequeño cambio en la historia (un cambio de orden productivo) traiga consigo algo tan definitivo como la modificación de nuestro lenguaje e incluso en nuestra estructura ósea. Si no tuvieramos “f” y “v”, no podría pronunciar el nombre de mi hermana e, incluso, mi apellido no existiría. Sin duda, las decisiones que tomamos, por insignificantes que parezcan, pueden crear un futuro diferente y seguir repercutiendo incluso 8.000 años después. 

ELDEFINIDO

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