martes, 7 de agosto de 2018

El camino a la felicidad

Posted By: CLAUDIA CORIN - agosto 07, 2018

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Asociarla con alegrías o bienes materiales nos la aleja todavía más. 
Es una trampa que nos impide disfrutar del camino de la vida con serenidad.
Jorge Bucay

Existe la felicidad? 
Es un mito, una abstracción o algo que efectivamente se puede alcanzar? 
Y si es posible conquistar la felicidad, alcanzarla de qué depende? 
De lo que cada uno haga? ¿De las circunstancias que nos rodean? O de lo que el azar acerque a nuestra vida?

Por alguna razón, quizá previsible, el tema de la felicidad estuvo durante muchos años ausente de los textos de casi todos los maestros de la psicología y de la filosofía. Es evidente que no se debía a que fueran solo unos pocos los interesados en ser felices; más bien parecía que casi todos (filósofos y terapeutas incluidos) coincidían en que no había nada que agregar a lo que el sentido común informaba. A partir de esa premisa (falsa, por cierto), tocar oficialmente el tema era una garantía de necedad y de poca profundidad.

Cuál es el camino que nos lleva hacia la felicidad?
Afortunadamente, en la última década el tema se ha vuelto nuevamente básico para todos los que estudiamos con fines prácticos y positivos la condición humana. A nosotros nos importa saber qué es la felicidad, y a los que nos escuchan y leen les importa saber más sobre cómo conseguirla.

La felicidad se asocia con placer, con posesiones materiales... Pero conocemos a gente que posee mucho dinero y no es feliz

También con alegría, con risas, con confort y con lujos; y por eso muchas personas en el mundo, persiguiendo el supremo bienestar, luchan cada día y se esfuerzan por acumular la mayor cantidad posible de todo, creyendo que así conseguirán ser felices.

Y, sin embargo, conocemos a gente que posee más dinero del que podríamos soñar, una vida envidiable y posesiones que quisiéramos que por lo menos compartieran con nosotros, pero que muchas veces declara que no es feliz.

Entre estas personas existen también los suicidios, las enfermedades psicosomáticas, la depresión y, también y sobre todo, la drogadicción, el abandono de sí mismos y las rupturas familiares.

La brújula interior. Cuál es el sentido de la vida?
En la Grecia antigua, la pelea de la época se planteaba ya en términos extremos:

Era la felicidad patrimonio exclusivo de aquellos capaces de enfrentarse a su destino con vocación de sacrificio y fortaleza para soportar el sufrimiento inevitable, como defendían los estoicos?
O bien la felicidad era propiedad de aquellos que, siguiendo a Epicuro, vivían en las bacanales, disfrutando de todos los placeres terrenales y en un festejo casi permanente, dándose el permiso de vivir como los dioses, como su maestro pregonaba?

La felicidad es algo muy tangible
Comencemos aquí por establecer un punto para mí incuestionable, aunque está lejos de ser universalmente aceptado:

La felicidad es un hecho, algo real, posible y asequible, y no un horizonte inalcanzable ni una referencia virtual... siempre y cuando seamos capaces de abandonar a priori la asociación irremediable que hacemos de ella con el placer, la risa, la alegría o el jolgorio. Y digo más:

La felicidad es factible siempre y cuando no esté forzosamente sujeta a lo que nos está pasando en este momento

Partiendo de esto, podemos y debemos trabajar en sincronía con nuestro deseo de ser felices, vaciándonos de tabúes y de prohibiciones, tanto reales como imaginarios, tanto externos como internos. Debemos ocuparnos de desarmar las trampas que aprendimos a ponernos.

También hemos de dejar atrás, si es posible en el olvido, los hábitos malsanos que no nos dejan disfrutar de la vida y que impiden que seamos todo lo felices que podemos y que merecemos. Me gusta pensar en la felicidad como una conjunción de dos factores:

La elección comprometida de un camino.
Una forma determinada de recorrerlo.
Y poco más... Seguramente por eso discuto con los que piensan en ella como un lugar de llegada o como un logro personal.

La felicidad no está tanto en el éxito de haber alcanzado el objetivo que me impuse, como en el hecho de haber disfrutado del recorrido

Hasta podría decir que para mí, al menos esa sensación placentera, está actualmente más ligada a la serenidad que al goce. Si no fuera así, bastaría con imitar al estúpido señor que compra un par de zapatos dos números más pequeños que el tamaño de sus pies y se relame pensando en lo feliz que será cuando llegue a su casa y, por fin, sienta en solitario el placer de quitárselos.

La felicidad es más paz interior que alegría
Si el único placer de mi trabajo se midiera en el resultado de la ventas en las librerías o exclusivamente en el comentario posterior de los lectores y lectoras, todas las personas que trabajaran se estarían perdiendo gran parte de la felicidad que resulta de hacerlo.

La verdadera felicidad poco y nada tiene que ver con nuestras posesiones, por lo menos con aquellas que se pueden comprar con dinero…

El camino de la serenidad
No hay fórmulas mágicas ni recetas infalibles para conquistar la felicidad. Pero sí hay un primer paso a realizar: ser conscientes de que existe una felicidad posible y necesaria.
La felicidad, para un buscador como yo (y como tú también eres), es recorrer el camino, animarse a descubrir la vida cada día

Y atreverse a vivirla, tocarla y también –¿por qué no?– atrevernos a sentir el dolor cuando nos llega. Es más, no creo que se deje necesariamente de ser feliz cuando nos sucede algo triste y doloroso. Creo que se puede estar triste sin necesidad de sentirse infeliz, una cosa bien diferente.

La felicidad es más que una ilusión de los poetas, mucho más que una promesa de los dirigentes y, definitivamente, mucho más que el mejor sueño que hayan podido tener nuestros padres.

Para mí es la serenidad que se siente cuando se tiene la certeza de estar en el camino correcto, avanzando con placer en la dirección elegida

La felicidad no está atada a pasarlo bien, ni a estar todo el día riendo, bailando o cantando. En todo caso, estirando la metáfora, la felicidad no está en el hecho de entonar una bella canción, sino en saber que soy capaz de disfrutar de cada nota mientras canto.

mente sana

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