jueves, 2 de agosto de 2018

El lado oscuro de la oxitocina, la hormona del amor

Posted By: CLAUDIA CORIN - agosto 02, 2018

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Al favorecer la liberación de otras sustancias la oxitocina puede llegar a actuar como una droga para nuestro cerebro e incluso hacernos perder el norte debido a ese cóctel de sensaciones que nos genera
Pocas palabras representan algo tan intenso, puro y mágico a la vez biológico y emocional como la oxitocina.

Se la conoce como la hormona del amor, la molécula de los abrazos, la química de la felicidad y también de la crianza.

No podemos olvidar, por ejemplo, la importancia que tiene la oxitocina a la hora de dar a luz, de iniciar la lactancia o de construir ese vínculo de apego tan intenso entre madre e hijo que, sin duda, es clave en nosotros y en gran parte de los mamíferos.

Todo ello ha hecho que esta hormona producida en el hipotálamo y secretada por la glándula pituitaria posterior se alce como una de nuestras favoritas porque, en sí misma, es la esencia química del amor.

Sin embargo… Y si te dijésemos ahora que la oxitocina esconde un lado no tan bueno, no tan saludable e incluso inadecuado para nuestra integridad emocional?

Estamos seguros de que este tema te va a interesar. 
Si has vivido una relación afectiva basada en la dependencia, en esa pasión que emborrona identidades y prioridades, que nos hace cautivos el uno del otro, olvidando aspectos esenciales de nuestra vida, debes saber que estabas bajo los efectos más oscuros de la oxitocina.

Puede parecer una metáfora fácil, una similitud algo simplona, pero los neuropsicólogos no dudan en comparar este tipo de enamoramiento con una borrachera.
Y es que es casi como quedar ebrios de una “sobredosis” de oxitocina, como volvernos dependientes de un amor que duele, pero del que no podemos liberarnos.

La oxitocina y nuestras relaciones sociales
Esta sustancia química se clasifica en realidad como un nonapéptido (un péptido que contiene nueve aminoácidos).
Actúa como hormona y como neurotransmisor cerebral, y gracias a ella, orquestamos gran parte de nuestras decisiones en las interacciones sociales y en nuestras conductas prosociales, tales como la generosidad, la empatía o el altruismo.
Así, y hasta no hace mucho, se pensaba que la oxitocina que libera el cerebro era ese “remedio” clave para reducir las respuestas de estrés y ansiedad, gracias a ese trato cotidiano con las personas que amamos o nos son significativas.
Ahora bien, tres años después y gracias a diversos estudios pudo demostrarse que la oxitocina escondía también un lado algo oscuro, un reverso que media en esos vínculos menos saludables donde la obsesión mutua nos lleva a veces a una lenta autodestrucción.

Que el amor es a veces un auténtico naufragio químico no tiene nada de poético, es una realidad evidente.
Se sabe que los efectos de la oxitocina y el alcohol tienen muchas semejanzas a nivel cerebral.
Ambos median en la transmisión GABA en la corteza prefrontal y en las estructuras límbicas; ambos son capaces de incrementar el efecto de ansiedad o estrés y ambos, por ejemplo, hacen que se reduzca la sensación de miedo a la hora de iniciar determinadas conductas.
Nos notamos más seguros, sentimos más coraje, más arrojo y ganas por experimentar.
De ahí que esos amores basados en una euforia pasional y en una obsesión casi enfermiza sean casi como estar ebrios, como ser incapaces de hallar un adecuado equilibrio o una lucidez objetiva.

Los neurólogos y psicólogos están fascinados ante este efecto tan intenso que la oxitocina puede tener en muchas personas.

No es que se piense, por ejemplo, crear una nueva bebida donde la oxitocina llegue a sustituir al alcohol.

No obstante, sí se baraja la posibilidad de hacer uso de ella para tratar determinados estados de depresión, de trastornos clínicos donde muchos pacientes podrían beneficiarse de esa motivación, de esas ganas de asomarse de nuevo a la vida.

Sabemos que cuando estamos enamorados, nuestro cerebro libera una mágica combinación de dopamina, serotonina, noradrenalina…

Gracias a estos neurotransmisores sentimos más energía, más pasión, más ganas de experimentar…
Sin embargo, es la oxitocina la que media en todo ello, ella quien favorece la liberación de estas sustancias químicas donde, además, aparece otra aún más intensa: la feniletilamina.
Este compuesto químico endógeno pertenece, para nuestra sorpresa, a la familia de las anfetaminas, y suele durar con gran intensidad en nuestro cerebro alrededor de unos 4 años.
Ello explica en ocasiones el porqué de esa primera época de pasión intensa, ahí donde somos como satélites dando vueltas alrededor de un planeta, incapaces de ver nada más.
Es algo normal, un estado donde, eso sí, jamás deberemos perder esa brújula interna para recordar dónde está nuestro norte.

Nunca deberemos olvidarnos de esa integridad, a pesar de sentirnos “ebrios” debido a esa fantástica sustancia llamada oxitocina.

mejorconsalud

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