En apariencia, el ser humano está orientado biológicamente hacia la sociabilidad, hacia la empatía y el cuidado de los suyos. Solo así nos permitimos sobrevivir como grupo y avanzar como especie. Sin embargo, si hay algo que sabemos es que la maldad humana existe y de hecho, ahora hasta conocemos ese origen común que lo explica y que los científicos han categorizado como factor D.
El mal tiene muchos rostros. Philip Zimbardo, psicólogo social y antiguo presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA) señala que en este comportamiento hay algo más que el simple deseo de degradar, humillar, controlar y causar daño a nuestros propios semejantes.
En la historia, por ejemplo, tenemos sin duda a personajes tan oscuros como Ted Bundy o Andréi Chikatilo, a asesinos en masa como lo fueron Hitler o Stalin y también a esos que, como Charles Manson, fueron perpetradores del mal, personajes que impulsaron a otros a cometer violentos crímenes.
Ahora bien, la maldad es sibilina, silenciosa y a menudo no tan llamativa como las dramáticas historias que nos dejaron estos nombres ya míticos en la literatura de lo criminal. Porque si hay algo que todos sabemos es que el mal se aprecia también en ciertas figuras más cercanas: en directivos de empresa, en las esferas políticas, en esos padres o esas madres que maltratan a sus hijos y hasta en esos niños que acosan, humillan y agreden a sus compañeros de clase.
Tenemos claro, no obstante, que pueden existir diversos condicionantes capaces de mediar en esas dinámicas agresivas. Sin embargo, los neurólogos, psiquiátras y psicólogos se han preguntado siempre si no puede existir un eje común que explique buena parte de esos comportamientos.
Parece ser que sí. De hecho, hace solo unas semanas científicos de la Universidad de Ulm y la Universidad de Koblenz-Landau, en Copenhage, publicaron un interesante estudio donde introducir en la literatura especializada un término del que sin duda oiremos hablar (si no lo hemos hecho ya): el factor D. Este concepto recogería y describiría todos esos comportamientos del núcleo más oscuro de la personalidad humana. Veamos más datos.
Hace más de 100 años que el psicólogo Charles Spearman dio un avance esencial en la comprensión de la inteligencia humana. Así, y según este enfoque conocido como la teoría bifactorial, cada uno de nosotros disponemos de lo que se conoce como factor g, entendido como esa inteligencia general que recoge el conjunto de nuestras habilidades cognitivas.
No importa qué prueba se nos aplique o qué ejercicio llevemos a cabo, este constructo es la esencia básica del comportamiento inteligente en cualquier situación por particular que sea. Ahora bien, partiendo de esta misma idea, el psicólogo cognitivo Morten Moshagen de la Universidad de Ulm, decidió junto con sus colegas, ir un poco más allá…
Decidieron averiguar si en el campo de la maldad humana, al igual que ocurre con la inteligencia, hay también un factor general presente en cada uno de nosotros. Un factor donde haya personas que puntúen más alto y otras más bajo. Así, tras realizar un detallado y concienzudo estudio con una amplia muestra de 2500 personas, los resultados fueron significativos. Parece existir, efectivamente, un componente general al que llamaron factor D, conformado por lo que denominaron como 9 rasgos oscuros.
El factor D y la maldad humana
El factor D define la tendencia psicológica a situar los propios intereses, deseos o motivaciones personales por encima de cualquier otro aspecto, ya sean personas o cualquier otro tipo circunstancia. Asimismo, encierra a su vez todo ese amplio espectro de comportamientos que integran la maldad humana.
Cabe señalar que, además del estudio llevado a cabo por el equipo de psicólogos antes señalado de las universidades de Copenhagen, se llevaron a cabo cuatro análisis más para respaldar o no la fiabilidad y validez de factor D. En todos ellos quedó demostrada su utilidad a la hora de medir el grado de oscuridad en cada uno de nosotros.
A nuestro alcance tenemos por tanto otro recurso para medir la maldad humana que se puede complementar también con la escala de Michael Stone, esa conocida herramienta donde medir los 22 grados del mal en el comportamiento de las personas. Veamos, no obstante, esos 9 factores que determinan el factor D.
Los 9 rasgos oscuros del factor D
Egoísmo. Entendido como la preocupación excesiva por los propios intereses.
El maquiavelismo. Define a la persona con comportamientos manipulativos, frialdad emocional y mentalidad estratégica en busca de intereses propios.
Ausencia de ética y sentido moral.
Narcisismo. Hace referencia a la admiración excesiva por la propia persona y búsqueda continuada del propio beneficio.
Derecho psicológico. Hace referencia a la convicción por la cual una persona se siente merecedora de más derechos y concesiones que los demás.
Psicopatía. Déficit afectivo, baja empatía, insensibilidad, tendencia a la mentira, impulsividad.
Sadismo. Comportamientos donde no se duda en infligir dolor a los demás mediante cualquier tipo de agresión, ya sea sexual o psicológico. Estos actos, además, les genera placer y sensación de dominio.
Interés social y material. Búsqueda constante de ganancias, ya sean refuerzos sociales, objetos materiales, reconocimiento, éxito..
Malevolencia. Preferencia por hacer el mal, ya sea mediante la agresión, el abuso, el robo, la humillación…
Ingo Zettler, coautor de esta investigación, señala que el factor D puede entenderse como esa personalidad oscura donde quedan integrados gran parte de estos rasgos. Así, el hecho que más caracteriza a la maldad humana es que no solo busca en todo momento el propio beneficio sin tener en cuenta los derechos de los demás.
Las personas caracterizadas por este factor, encuentran además justificación en sus propios actos. Como vemos, todas estas ideas dejan a un lado las posibles explicaciones neurobiológicas y sociales que pueden determinar estos actos. Por tanto, se trataría de una valiosa herramienta psicológica para identificar y medir la maldad.
lamenteesmaravillosa
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