«Si quiere un hijo miedoso, protéjale y resuelva sus problemas»
No nacemos con miedo, lo aprendemos.
Son muchas las grandes historias, a veces verdaderas tragedias, de personas que reciben una herencia de sus padres. Cuando se habla de herencias es fácil visualizar las joyas de la abuela, el coche del padre recientemente fallecido... «Sin embargo, nadie piensa en que más allá de las cosas materiales también heredamos de nuestros progenitores emociones, costumbres y, sobre todo, creencias», explica Nano López, coach ejecutivo experto en adolescentes y padres.
Según este experto, no sólo heredamos de nuestros antepasados la forma externa, transmitida genéticamente: los ojos azules, el tipo de pelo, la complexión, altura…, sino que también heredamos esa parte más interna (por la misma vía genética) que afecta directamente a nuestro binomio cuerpo mente. «Todos nacemos con un software de serie donde están nuestros instintos más básicos aprendidos y heredados de nuestros ancestros. Posteriormente, según vamos creciendo, adquirimos diferentes tipos de aprendizaje relacionado, sobre todo, con la imitación: hacemos lo que vemos y aprendemos lo que escuchamos».
También forma parte de nosotros todo lo que nos rodea, lo que se conoce como influencias ambientales: la alimentación, el estrés, los pensamientos que se manifiestan de una forma clave en nuestro interior.
Nano López añade que a finales del siglo pasado, científicos de todo el mundo se reunieron para hacer un estudio genético que se denominó proyecto del genoma humano. Este proyecto tuvo como propósito descifrar el código genético contenido en los 23 pares de cromosomas, en su totalidad. «En esta investigación descubrieron que en nuestro ADN existían partes a las que hasta ahora llamaban "ADN basura", que contenían una carga genética que no era visible. Ahora se ha descubierto que las influencias llamadas epigenéticas pueden hacer visible esta parte de nuestro ADN. Un hallazgo que ha cambiado por completo el paradigma existente y que ha permitido que se inicien estudios sobre este tema que han determinado que lo que decimos y hacemos tiene mucho que ver en nuestro desarrollo».
Según esta tesis, si desde pequeños recibimos una información, de una manera u otra, nos acompañará toda la vida. Al igual que los pensamientos negativos nos influyen en nuestro estado de ánimo y tienen un efecto directo sobre nuestro cuerpo y nuestra mente, los pensamientos positivos (se ha demostrado en enfermos) ayudan a la recuperación y a mantener el estado de salud.
Por este motivo, los padres que educan con creencias limitantes pueden transmitir a sus hijos ese mismo tipo de creencias. «Para contrarrestarlas —incide Nano López—, lo mejor es tomar conciencia y al menos cuestionarlas.
CLARIN
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