Isabel Flores de Oliva fue la primera santa en latinoamerica y canonizada por el papa Clemente X. La devoción a Santa Rosa de Lima traspasó fronteras e incluso su rostro fue dibujado en las monedas de un sol.
La 'Patrona de Latinoamerica y Filipinas' descubrió su vocación religiosa desde muy niña. El arzobispo de Lima de esos años, Santo Toribio de Mogrovejo le realizó la confirmación en 1597 y oficializó su nombre de Rosa.
Uno de los datos de su afinidad a Dios fue que se inició como laica, es decir, una mujer que debía vestirse con túnica blanca y manto negro y entregarse completamente a Dios.
Santa Rosa de Lima admiraba a Santa Catalina de Siena. Cuando era adolescente se encontraba orando frente a la imagen de la santa y le pedía ayuda para ingresar a un convento. De pronto, quería levantarse pero no podía movilizarse.
La inmovilidad hizo que llamara a su hermano y con su apoyo tampoco podía moverla del suelo. De pronto, entendió que la voluntad de Dios era otra y cuando lo aceptó pudo levantarla de donde estaba.
Al morir fue declarada como santa en menos de 50 años, hecho particular que con otros personajes religiosos no sucedía. Es así que se le atribuyó la denominación de la 'Patrona del Perú'.
Santa Rosa de Lima tuvo una amistad con San Martín de Porres. Según antiguas tradiciones ambos santos iban a la Iglesia del Rosario para atender a enfermos y esclavos.
Otro aspecto desconocido de Isabel Flores 'Santa Rosa de Lima' es que trabajaba como empleada doméstica de una familia adinerada. Pasó sus últimos días de vida en casa de la familia 'de Maza'.
Una de sus memorables frases antes de morir fue "Señor, auméntame la enfermedad, pero auméntame en la misma medida, tu amor".
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